La inmejorable salud de la que goza el fotolibro se nutre de la excitación contagiosa de los que transitan el escenario de la fotografía contemporánea, y se certifica con la creciente aparición de festivales, publicaciones, exposiciones, coleccionistas, premios, ferias y cursos especializados.
Los diferentes procesos de autoedición se han simplificado y abaratado. Las mejoras en los acabados de la impresión digital, la aparición de la venta bajo demanda o la difusión y venta online sin intermediarios han disparado el número de publicaciones autoeditadas, ya sea en forma de maqueta o de libro hecho y derecho. Al mismo tiempo, en los últimos años se han publicado minuciosas revisiones de la historia de la fotografía desde el prisma del fotolibro, como los tres volúmenes de The Photobook: A History de Gerry Badger y Martin Parr, que sin duda han ayudado a revalorizarlo, además de ofrecer un nuevo relato historiográfico del medio. Esta reinterpretación del pasado, que ha coincidido con la gran revolución tecnológica que han supuesto Internet y las redes sociales, ha provocado la necesidad de crear objetos tangibles que se distingan de la masiva fotografía intangible que cualquiera puede realizar. Por otra parte, es ya habitual que fotógrafos, editores, estudiantes, coleccionistas, expertos y curiosos de todo el mundo se encuentren e intercambien información sin barreras en las redes sociales. La aparición de Photobook Clubs interconectados que comparten e incentivan el fotolibro de manera desinteresada en diferentes países alrededor del planeta ejemplifican a la perfección esta comunidad en auge.
© Lea Tyrallová |
La coincidencia de todos estos factores ha facilitado que la gran mayoría de las tendencias contemporáneas de la fotografía hayan dejado atrás los originales de gran tamaño propios del postmodernismo, para abrazar esta herramienta que, por otra parte, ha acompañado en mayor o menor medida al medio a lo largo de toda su historia. Pocos años después de la presentación del daguerrotipo aparecieron las primeras publicaciones que contenían fotografías, a las que quizás convendría etiquetar como álbumes, ya que el fotolibro no se empezó a desarrollar, tal y como hoy lo entendemos, hasta las vanguardias históricas. Es entonces cuando gracias a los avances técnicos que al mismo tiempo facilitaron la aparición de las revista ilustradas, se presentan los primeros fotolibros en los que los materiales y la concepción del libro se complementan e interactúan con las fotografías, formando una sola entidad compacta y armónica. No hablamos aquí ni de catálogos, ni de libros que simplemente buscan ser un porfolio. Ese mundo propio y único que forman las imágenes impresas acompañadas de un diseño ad-hoc, encuadernadas y presentadas en el formato que el mensaje que se quiere lanzar requiere, son los que definen al fotolibro. Una manera de crear y entender el formato que ha tenido sus más y su menos a lo largo de la historia de la fotografía, pero que nunca ha dejado de estar presente en el ámbito internacional.
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En España en cambio, a causa de la guerra civil española, de la posterior censura y del pobre apoyo institucional que ha recibido la fotografía desde entonces, el acceso y la producción de fotolibros ha tenido mucho que envidiar a otros países como Holanda o Japón, donde existe una fuerte y reconocible tradición. En España se han publicado fotolibros de gran valor e importancia, la colección Palabra e Imagen publicada por Lumen en los años sesenta sería un buen ejemplo. Aunque hay que subrayar que son libros que han aparecido de manera aislada en el tiempo y el territorio, y en muy raras ocasionas han conseguido cruzar fronteras.
Afortunadamente una nueva generación de fotógrafos ha dado un gran paso adelante alcanzando con sus fotolibros los más altos reconocimientos, con múltiples premios y apariciones en listas y publicaciones internacionales como la revista especializada The Photobook Review que publica la fundación Aperture de Nueva York. Son autores que han aprovechado la posibilidad de recibir una educación especifica de fotografía, viajar al extranjero y aprender idiomas. Aquellos, a los que la irrupción de la tecnología digital e Internet, sumada a la crisis económica, les han hundido la mayoría de los modelos de negocio de la fotografía aplicada y el fotoperiodismo que conocían. Fotógrafos y demás agentes del medio que a pesar del poco esperanzador paisaje que ofrece la fotografía hoy, o quizás en parte gracias a él, siguen creyendo en ella y aún siendo conscientes de la imposibilidad de sacarle un rédito económico directo, se han lanzado a experimentar y a difundir su trabajo a través del fotolibro.
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Con la misma naturalidad con la que se relacionan y otorgan su justa importancia en la escena española a fotógrafos extranjeros erradicados en el país, también han sabido entender y aprovechar que a diferencia de la exposición, el fotolibro cruza fronteras y perdura en el tiempo. A falta de que las casas editoriales estatales les prestasen atención y les ofreciesen oportunidades, se han atrevido a crear editoriales independientes donde editan, autoeditan y/o co-editan exitosos fotolibros que demuestran lo anquilosado del modelo editorial que a grandes rasgos aún hoy sigue sin darse por aludido. La falta de peso de una tradición editorial de fotografía a seguir, ha facilitado un nuevo espacio en el que experimentar con libertad absoluta creando una nueva identidad en total consonancia con otros movimientos de la fotografía global. La apropiación de referencias editoriales ajenas a la fotografía, el acercamiento hacia el libro de artista dejando atrás el anglosajón coffe-table book o la complicidad con diseñadores editoriales con los que colaborar desde fases muy iniciales de los proyectos son algunos ejemplos de ello.
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Una vez abierto el camino habiendo conseguido por fin subirnos al tren internacional de la fotografía contemporánea, aún quedan unas cuantas y muy importantes tareas a realizar. Empezando por conseguir asentar este movimiento más allá de este revulsivo instante histórico, dándole continuidad a través de las próximas generaciones de fotógrafos que ya están tocando la puerta, y consiguiendo así levantar lo más parecido posible a una industria de la fotografía, ya sea en el ámbito artístico, periodístico o comercial. Una necesidad vital para el medio a día de hoy que debería aprovechar la brecha que el fotolibro español ha abierto a nivel internacional, para incentivar y reivindicar el interés y conocimiento sobre fotografía en toda la sociedad.
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ResponderEliminara really top blog indeed
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