LA EXPOSICIÓN QUE NO PUDE LLEGAR A VER

Sorry guys, only in Spanish this time... Too many things are going on this days and I'm running out of time to translate the whole text.

Hace ya más de una semana que visité la exposición La Maleta Mexicana en el Museu Nacional D'Art de Catalunya en Barcelona, organizada por el propio museo en coproducción con el International Center of Photography de Nueva York y comisariada por Cynthia Young, comisaria adjunta del ICP. Una exposición que ha contado con gran difusión en medios de  comunicación, publicidad por la calle, un catálogo formado por dos extensos volúmenes editado por La Fábrica e incluso una película documental que ha pasado por varios festivales como el Zinemaldia de Donostia-San Sebastián. Para el que apesar de todo, aún no sepa la curiosa historia entorno a estas imágenes, puede encontrar toda la información de primera mano en la página web del ICP, que es la institución que desde el 2007 conserva estos documentos. Pero en este post voy a dejar de lado toda esa historia detectivesca para centrarme única y exclusivamente en aquello que me interesaba cuando fui al MNAC, una exposición que había causado mucha expectación con fotografías inéditas de la Guerra Civil Española realizadas por tres de los mejores fotoreporteros de la historia: Chim (David Saymour), Robert Capa y Gerda Taro.
La Maleta Mexicana

La exposición del MNAC obviamente no muestra las 4.500 imágenes que se encontraron en la maleta (cosa que sí hace el catálogo), sino que muestra ampliaciones de algunas de ellas y la mayoría, sino todas, las hojas de contacto realizadas a partir de los negativos. Tanto las ampliaciones como los contactos están pegados en las paredes y justo debajo, a la altura de la cintura han colocado vitrinas que contienen todo tipo de documentos (unas cuantas estupendas revistas y libros de época entre otros objetos). Y aquí viene uno de los primeros errores: esas vitrinas colocadas a media altura son muy anchas, por lo que impiden al espectador acercarse a la pared lo suficiente como para poder descifrar los pequeños frames de las hojas de contactos. Cuando me dí cuenta de mi propia incomodidad, mire alrededor y vi que no era el único que estiraba el cuello cual jirafa intentando ver algo de las hojas de contacto. A esto se le unía que dependiendo de si tal o cual foto era apaisada o vertical, todos teníamos que girar la cabeza a mitad de cada hoja de contacto, por lo que las contorsiones cervicales y las caras serias y frases del tipo “yo es que no veo de lejos” eran bastante recurrentes. Creo que hubiese sido mucho mejor para todos si esas vitrinas hubiesen estado colocadas separadas de las paredes. Incluso hubiesen podido funcionar como separadores y así se hubiesen ahorrado el colocar esos hierros que hacen las veces de paredes pero que, a mi juicio, cobran demasiado protagonismo. 

EFE (no he conseguido encontrar el nombre del fotógrafo)


Cada hoja de contacto venía acompañada de profusos textos explicativos sobre quién, cuando, donde y por qué realizaron aquellas instantáneas. Y no me parece mal, creo que en este tipo de fotografía documental son preguntas básicas que hay que responder. Todos miramos con más interés aquellas imágenes con las que guardamos un vínculo de lugar o tiempo, así que en este caso, las imágenes captadas en Barcelona eran las que más aglomeración de gente presentaban. Esos apelotonamientos de gente eran obviamente molestos, aunque ya digo que estoy de acuerdo con colocar el texto, y como no se me ocurre ninguna solución, no le puedo poner ningún "pero".

Según avanzaba por la exposición me di cuenta de que pasaba muchísimo más tiempo mirando los contactos, intentando descifrar el proceso de trabajo de cada autor, mirando los diferentes encuadres o tiempos de exposición, que mirando las imágenes en sí. El haber colocado tantas hojas de contacto y unas pocas imágenes ampliadas de cada una de ellas, hacia que me fijase más en el desarrollo que en el resultado. Esa puede ser una oferta jugosa para un aspirante a fotoperiodista, ver como trabajaban tres maestros del género, pero a ojos del gran público solo generaba preguntas del tipo “¿porque habrán puesto las fotos tan chiquitas?” que pude oír in situ. Por si todavía alguien no se ha dado cuenta, habría que decir que fuera del ámbito fotográfico poca gente entiende qué es una hoja de contactos. Aunque obviamente no fui preguntando a cada visitante si sabía que era aquello que estaba mirando, juraría que la gran mayoría del público con el que yo me crucé en la exposición no entendía que esas hojas son reproducciones por contacto de los negativos completos. Y aunque lo entendiesen, las hojas de contacto son herramientas que los fotógrafos utilizamos para editar nuestro trabajo, y son muy útiles como tal, pero no son un formato práctico como pieza final. Por lo tanto, a no ser que la exposición gire entorno a ese proceso en vez de al resultado del mismo, creo que no es acertado que las hojas de contacto superen en número tan aplastante a las ampliaciones. Más aún teniendo en cuenta que el catálogo cuenta con dos volúmenes y es tan extenso porque contiene todas y cada una de las hojas de contacto de los negativos de la famosa maleta. Está exposición es una muy buena oportunidad para atraer al público no acostumbrado a la fotografía por lo popular de las propias imágenes, pero creo que para ello hay que darles facilidades, o por lo menos no crear dificultades.

Foto: Jordi Soteras (publicada en El Mundo)

Puedo entender que quién se enfrenta a comisariar está exposición, en la que no se puede contar con los autores a la hora de seleccionar las fotografías, intente adoptar un punto de vista amplio, por lo que además de las propias fotografías se muestran otros documentos que den una imagen completa de lo sucedido. Pero creo que en este caso la exposición falla porque intentando tener ese punto de vista amplio, ha dejado de lado el punto de vista crítico, dejándose llevar por la necesidad de mostrarlo todo y consiguiendo en definitiva no mostrar nada. Daba la sensación de que a los organizadores les había dado miedo tomar una posición clara en cuanto a qué imágenes mostrar, y como resultado habían intentado simplemente enseñar lo máximo posible sin un criterio selectivo previo. Otra de las frase que escuche fue “es la exposición en la que más fotos hay y menos he visto” y creo que es la más certera de todas las frases que recuerdo porque resume muy bien el gran error; con la intención de intentar mostrarlo todo, acaban por no enseñar nada. Salí de allí con la sensación de que esas mismas imágenes seleccionadas y colocadas con orden y criterio podían haber dado como resultado una impresionante exposición que no pude llegar a ver.

Foto: Jordi Soteras (publicada en El Mundo)

En cualquier caso animo a todo el mundo a visitar la exposición y, como siempre, a participar con vuestros comentarios en el blog, especialmente aquellos que no estén de acuerdo con lo escrito, para generar así un pequeño debate.