Juicio al autor

A partir de algunos debates e incluso discusiones que he presenciado últimamente en relación a algunas práctica fotográficas, tengo la sensación de haber llegado a una conclusión que voy a intentar explicar con este texto. Son debates que giran entorno al punto de vista, orientación política, la ética y la moral de propio autor. Y suelen ser fotógrafos cercanos a esa deformada etiqueta llamada documental o nuevo documental.

Son conocidos los reproches a la foto de la niña somalí del fotógrafo sudafricano Kevin Carter. Es un trabajo que se encuadra en cualquier caso dentro del marco del fotoperiodismo más clásico y humanista, en el que la crítica se centra no tanto en la subjetividad del autor, ya que se le presupone comprometido con la causa, sino con el proceso de trabajo que ha llevado a cabo para conseguir la foto. A Carter se le criticó que sacase la foto de lo que aparentemente era una niña desnutrida y moribunda a punto de ser devorada por un buitre, en vez de haber tirado su cámara y haberla ayudado a escapar de las garras del carroñero... Más tarde se demostró que se trataba de un niño y no niña, y recordemos que desde algunos puntos de vista, como por ejemplo el humanismo que suele representar a la mujer como mera procreadora, esto aporta un plus de debilidad. La postura no era tal porque se estuviese muriendo en ese mismo instante, sino porque estaba defecando. El niño estaba muy malnutrido sí, pero a diferencia de los miles de niños que murieron en aquellas hambrunas somalíes, estaba siendo tratado para mejorar su salud tal y como la pulserita que lleva en la muñeca indica, cosa que consiguió ya que vivió unos cuantos años más. Y para acabar el buitre estaba ahí no tanto para comerse a los moribundos, sino para escarbar entre la basura del centro de alimentación en el que se sacó la foto.

Cuando a Carter se le enjuició públicamente (dejando de lado su posterior suicidio que el cine no tardó en intentar rentabilizar) se hizo desde el punto de vista de la fotografía como verdad inalienable. La foto muestra a una niña que se muere y un buitre que se la va a comer y punto. No se planteó la posibilidad de la fotografía como una herramienta simbólica que lanza mensajes de gran impacto en la sociedad más allá de su veracidad. Han tenido que pasar unos cuantos años hasta que, entre las explicaciones de otros fotógrafos presentes en el momento de la captura y las averiguaciones de periodistas del diario El Mundo, nos diésemos cuenta de que a pesar de que el dichoso buitre no se la comiese, esa y otras imágenes como las de McCullin en Biafra, crearon símbolos sobre el hambre en países africanos que ayudaron en gran medida a la concienciación social sobre el tema.


Nine-year-old albino boy clutching an empty corned beef tin,
Biafra (1969) © Don McCullin / Contact Press Images

Como ya sabemos, todo cambia con la llegada de la fotografía digital, su integración en los teléfonos móviles y su ubicua itinerancia a través de Internet. Todo el mundo saca fotos y las comparte. Es decir, todo el mundo ha experimentado en mayor o menor medida con los procesos fotográficos y también ha juzgado sus imágenes antes de mostrarlas. Hoy todo hijo de vecino ha vivido momentos  (aunque la mayoría no haya comprendido el porqué) en los que por ejemplo el flash del móvil es incapaz de iluminar un paisaje nocturno, un rostro aparece oscuro en un retrato cuando el sol está justo detrás del retratado o en un interior sin flash todo aparece movido y de color rojizo-anaranjado. Y claro, cuando esas fotos las han querido subir a Facebook, Twitter o Instagram, todos han juzgado cual les gusta más (aunque la mayoría no haya comprendido el porqué) y algunos incluso las han reencuadrado, pasado por un filtro o añadido un marco (aunque la mayoría no haya entendido el porqué). Es decir, que aunque la mayoría no haya entendido el porqué, hoy todos sabemos que la fotografía no es una representación pura y directa de la realidad, sino que en la creación de imágenes intervienen factores determinados por las condiciones de la escena, de la tecnología y del propio fotógrafo, cosa que antes generalmente solo los fotógrafos sabíamos. Y no hablo solo de esa idea de que todo está retocado, sino de la duda ante la propia toma más allá de que esta parezca postproducida o no.

Buen ejemplo de ello son las recientes protestas públicas frente a las típicas fotos de antes y después, surgidas a partir del post titulado “Seduced by the Illusion: The Truth About Transformation Photos ” publicado en un blog de uno de los medios más masivos de EEUU, como es el Huffington Post. En él, su autor, un entrenador personal llamado Andrew Dixon, desgrana y demuestra como en cuestión de una hora, con la ayuda de su novia y muy pocos conocimientos de técnica fotográfica, es capaz de hacer dos fotos en las que primero parece estar fuera de forma, para acto seguido aparentar ser un hombre musculoso.

“I was feeling particularly bloated on the day, so I asked my girlfriend to take a before shot. I then shaved my head, face and chest and prepared for the after shot, which was about an hour after I took the before shot. I did a few push ups and chin ups, tweaked my bedroom lighting, sucked in, tightened my abs and BOOM! We got our after shot.”

 

Su post acaba con un elocuente “Is all smoke and mirrors”...



A pesar de que algunos aún se resisten, la mayoría de fotógrafos ya conocíamos los ángulos muertos de la mecánica y la representación de la fotografía. La gran novedad aquí es que muy pronto todo el mundo va a ser consciente de ellos. Este entrenador personal (como no, la representación del cuerpo y la identidad siempre enredando con la fotografía) ha destapado con abrumadora facilidad el poder simbólico que tiene la fotografía más allá de la veracidad, y como este puede ser utilizado, en el caso de las dietas-milagro, con fines poco edificantes.

Esta grieta abre un camino que más arriba revindicaba cuando hablaba del caso de Kevin Carter. Si todo el mundo es ya capaz de pensar que, a pesar de que en la foto parezca que el buitre se va a comer a la niña, esto no tiene porque ser del todo cierto, ya no juzgaremos la actitud del fotógrafo en relación a la escena real (el porqué no ayudo a la niña en vez de sacar la foto), sino que juzgaremos las motivaciones que le han llevado a construir ese símbolo y difundirlo como tal (el porqué Carter decidió ir allí, sacar esa foto de esa manera y difundirla). Ante una foto ya no pensaremos “estaba pasando esto y el fotógrafo sacó una foto”, sino que pensaremos “el fotógrafo ha creado esta imagen con esta connotaciones a partir de esto que ha sucedido”. Ese cambio implica empezar a juzgar al fotógrafo como autor consciente e intervencionista por parte del gran público.  No solo se juzgará su presencia en el lugar, sino también el como y porqué sacó la foto. Se analizarán sus decisiones, la manera en la que las llevó acabo y las opiniones personales que le empujaron a hacerlo.

Debates en torno al proceso fotográfico se desarrollarán más allá del circuito cerrado de los fotógrafos en el que anteriormente se habían enclaustrado. Se pueden encontrar muchos ejemplos, todos ellos discutibles, como por ejemplo la denominada estética del sufrimiento de Sebastiao Salgado, la acusación de machismo a Winogrand por su Woman are Beautiful, la brusquedad de Bruce Gilden, o más cerca en el tiempo y en el espacio, las protestas de racismo en Los Afronautas de Cristina de Middel o las dudas sobre la legitimidad del procesos de trabajo tanto de Txema Salvans, como de Mishka Henner o Joan Colom a la hora de fotografiar a prostitutas sin su conocimiento ni permiso. Son todos ellos debates legítimos que creo que se deben desarrollar y para los que cada autor suele, y a partir de ahora, debe tener una respuesta, ya que estoy convencido que las preguntas al respecto no van a parar de crecer.

Périphérique, 2007, dela serie Périphéries. Mohammed Bourouissa

Por otro lado, y que sirva como respiro, también hay que decir que nosotros como fotógrafos también podemos jugar con los prejuicios del espectador. Desde que el público tiene el ojo entrenado y el cerebro inundado por referencias venidas del cine, la televisión, las revistas, el comic, la prensa etc. esa referencias se han venido utilizando en el mundo del arte y la fotografía. Se pueden encontrar varios ejemplos de esa idea en los trabajos de algunos autores contemporáneos como la serie Peripheries de Mohammed Bourouissa, que se sitúa en las periferias deprimidas de París y está protagonizada por sus habitantes, pero que a pesar de seguir la estética de lo documental...finalmente son fotografías escenificadas. De esa manera Bourouissa saca a relucir los prejuicios que el espectador tiene inculcados gracias a los clichés de la propia fotografía documental, ya que ha emitido un juicio de valor sobre esas personas y esos lugares no por lo que realmente son esas imágenes (escenificaciones), sino por el mensaje que aparentan. Otros ejemplos de este tipo de planteamientos los encontramos en los trabajos de Mirko Martin en relación al cine y la ciudad de Los Angeles o en el de Daniel Mayritt en relación a Google Street View.

Para acabar, y volviendo al debate público sobre la ética del fotógrafo, resumiendo diría que si estamos de acuerdo en que pronto todo el mundo será capaz de descifrar las diferentes decisiones que se toman cuando sacamos una foto, y que ese proceso es y será siempre subjetivo, más nos vale acostumbrarnos a que se juzgue esa subjetividad, ya que la legitimidad del fotógrafo a hacer su trabajo por el mero hecho de serlo ya se ha derrumbado.

Por una opinión crítica de calidad

Ahora que ya tenemos fotógrafos ganando o siendo seleccionados para los más importantes premios y otros publicando en la editorial más codiciada del momento (eso sí, siempre fuera de nuestras fronteras), es hora de aprovechar el tirón e intentar asentar esta repentina erupción fotográfica con una sólida y estable base que la pueda sostener y dar continuidad en el futuro.

Cuando leí este artículo publicado en el imprescindible blog DLK Collection, hoy ya convertido (tal y como avanzaba el propio artículo) en web bajo el nuevo nombre Collector Daily, no pude menos que sentirme identificado. Loring Knoblauch comienza repasando la deprimente realidad laboral de aquellos que se dedican a escribir sobre arte y como cada día es más difícil cobrar por escribir un buen texto. Sin ir más lejos hace poco un amigo que hace un par de años fundó una nueva casa discográfica especializada en música contemporánea (sí, todavía hay quién apuesta por la música y además le va bien!...y no, no os creáis que la coletilla “contemporánea” solo es aplicable a la fotografía, en la música también tienen de eso...) organizó un concierto en Lleida. Cuando mandó la información a sus contactos de prensa, uno de los críticos más reconocidos del sector que publica en uno de los diarios más importantes de la ciudad y más allá, le respondió diciendo que iría a cubrir el concierto si ellos corrían con los gastos de transporte Barcelona-Lleida. Eso es lo que se suele decir “el mundo al revés”. Y además deja claro que nos encontramos en una situación de sálvese quién pueda, ya que a pesar de que se han y están intentando muchas y muy diferentes vías para conseguir publicar revistas y diarios, todavía no se han encontrado modelos lo suficientemente fiables y seguros a largo plazo como para poder apostar por ellos al cien por cien y poder pagar como es debido a sus trabajadores.

Pergamon Museum IV, Thomas Struth, 2001

Pero no es la delicadísima situación de las publicaciones lo que me ha llevado a escribir este texto, sino la defensa y reivindicación que hace de aquellos que escriben sobre arte en general, y sobre fotografía en particular. Y si Knoblauch se queja de la situación de la crítica especializada en fotografía en EEUU, la verdad es que no se que haría si le hubiese tocado vivir en España... Aquí el debate, la opinión y especialmente la crítica hay que buscarla, y mucho. Incluso en la comunidad de la fotografía online en la que existen infinidad de blogs y páginas personales, es difícil encontrar opinión crítica de calidad sobre terceros que no se limite a la adulación sin límites del protagonista en cuestión. Y en el caso de que se encuentre, se suele construir desde la descalificación y el rechazo al otro (el crítico de cine de El País Carlos Boyero es el paradigma de esto), en vez desde la argumentación y la reflexión. A mi me han llegado a felicitar por no meterme con nadie cuando opino sobre fotografía, como si el meterse con alguien tuviese que ser obligatorio e imprescindible cuando quieres desarrollar una idea que no se corresponde con la que pueda tener otra persona. Como si el único debate que se pudiese plantear tuviese que seguir las pautas de esos que se pueden ver en la tele más cutre y casposa.  La crítica no se resume en un ataque o defensa furibunda del trabajo de este conocido o aquel odiado, la crítica se tiene que construir desde la reflexión, la argumentación y la articulación de una opinión sólidamente contrastada.

De todas formas supongo que no es de extrañar que en un país en el que la gente no aprende inglés por la vergüenza insuperable que le da que los demás se rían de su acento, no seamos capaces de ir más allá de la mofa y la burla. Si todos los que han hecho los cientos de canciones, youtubes, memes y demás pasatiempos de burla sobre el dichoso “cup of coffe en la plaza mayor” hubiesen manifestado una crítica seria y sólida contra la candidatura de Madrid para los juegos olímpicos, quizás nos hubiésemos ahorrado ese dinero y a esa señora hace ya tiempo. Que sí, que la broma y el cachondeo está muy bien, y a mi también me gusta, pero no puede ser que eclipse lo que realmente importa. Seguramente esto tiene mucho que ver, una vez más, con la educación que recibimos. Una de las pocas cosas que envidio del sistema educativo estadounidense son esas clases de debate llenas de nerds que cuando era adolescente veía en las series y películas americanas...¿clases de debate, qué es eso? Aquello que en su día me parecía totalmente absurdo es algo que hoy echo muchísimo en falta. Y no hablo de ser capaz de defender el trabajo de uno mismo, sino de ser capaz de expresar con palabras ideas y reflexiones, escuchar las que tiene el otro y en función de ese intercambio llegar a algún tipo de conclusión. Y tampoco es que sea muy fan del modelo americano, porque tal y como son ellos, lo llevan todo al terreno de la competición y de quién es el mejor, pero sí que creo que al menos así ejercitan la reflexión, la argumentación y la capacidad de expresión de una idea en público.

Au Musée (en el museo), Gilbert Garcin, 1999

Empezaba el texto diciendo que tenemos que construir una base para dar continuidad y estabilidad a la nueva escena fotográfica española que con tanta fuerza está surgiendo, y creo que la crítica de calidad es parte indispensable de esos cimientos. Me arriesgo a decir que somos muchos los que compartimos está reflexión, de hecho ya se pueden empezar a encontrar algunos interesantes textos de opinión por Internet. El paso siguiente debería ser la creación de una nueva revista o publicación periódica sobre fotografía en España (que tanta falta hace en el desolado panorama actual de revistas físicas) que incluyese ese tipo de textos. Y no hablo de sesudos escritos académicos en los que tienes que pararte a cada frase para intentar descifrar el idioma codificado, imposibilitando de esa manera la lectura a todo aquel que no este familiarizado con ese tipo de encriptación. Hablo de textos que incluso (o especialmente) aquel que no tenga grandes de conocimientos de fotografía pueda entender, sopesar,  compartir y/o rechazar. Algunos de los artículos que aparecen en medios de otros países como los de Sean O'Hagan en The Guardian o los de Philip Gefter para el New York Times podrían ser buenos ejemplos.

Sé que la escena fotográfica peninsular tiene muchas más carencias de las que denuncio con este texto. Por ejemplo hace tiempo que creo que hacen falta comisarios que desde dentro de esta nueva generación lleven a cabo sus propuestas. Faltan galerías, espacios de arte e instituciones que estén abiertas y atentas a lo que está pasando. Necesitamos editores gráficos (que no sean al mismo tiempo fotógrafos) que den un giro radical a lo que se está publicando hoy en los grandes medios del país. Necesitamos gestores culturales con conocimientos y sensibilidad hacia la fotografía. Es indispensable la creación de un Centro Nacional de la Fotografía (o entidad similar) para preservar lo anterior, destacar lo actual y incentivar lo que viene... Así podría seguir un buen rato y seguramente en un futuro me pondré en este mismo blog a desgranar alguno de los puntos anteriores. Pero entonces y por qué empezar con reivindicar la necesidad de opiniones críticas de calidad? Porque tal y como ya he propuesto en otras ocasiones, creo que la única manera para colocar a la fotografía en el lugar que se merece, pasa por ampliar el número de público interesado en el medio, especialmente consiguiendo que la gente que no es ni protagonista ni profesional de este mundo se interese por ella. 

Museo del Prado, 1995, Elliott Erwitt

La crítica de calidad y accesible puede descubrir al lector a autores que no conoce y/o aportar un punto de vista nuevo y razonado sobre los que sí conoce. La opinión construye líneas de juicio y valor a través de la comunidad sobre la que trata, generando debate y argumentación para uno y otro lado, profundizando mucho más de esa manera en el trabajo de un autor. Un crítico escribe y opina desde el conocimiento y la pasión, dos factores que creo que pueden ser lo suficientemente atractivos como para que alguien ajeno al medio le llame la atención ese texto y se interese por aquello de lo que se habla. Una buena crítica debe proponer una nueva manera de analizar un trabajo que, sin importar si el destinatario lo conoce de antemano o no, invite a pensar sobre cuales son sus ideas al respecto. Personalmente, y más allá de que esté de acuerdo o no, un buen texto de opinión es el que me lleva a una compresión y disfrute del trabajo en particular (y del medio en general) más profundo de lo habitual.

PD: Muchas gracias a los que últimamente me habéis apretado para seguir escribiendo, por falta de  tiempo hacía demasiado que no escribía algo específicamente para el blog y la verdad es que lo disfruto y me ayuda mucho a aclarar mis ideas.

Cuando hacer fotos ya no es suficiente

Vale, todo el mundo está ya de acuerdo con que la fotografía está viviendo un hito histórico sin parangón. El otro día leí que se suben mas de 300 millones de fotos al día a Facebook y no me sorprendió. Ese tsunami visual ha sido provocado por el uso masivo e ilimitado de la fotografía por parte de todo hijo de vecino pero...y esto qué supone para los que usamos la fotografía para lanzar preguntas retóricas y proponer estéticas (habitualmente etiquetados bajo “fotografía artística”) y para los que la utilizan para destapar y/o señalar situaciones concretas (habitualmente etiquetados bajo “fotografía documental”)?

Ya hemos pasado el susto inicial y empezamos a estar familiarizados con todos esos proyectos que hablan sobre como el flujo imparable de imágenes es ahora la norma y no la excepción. La tantas veces repetida y cacareada revolución ha provocado un efecto dominó cuya última pieza somos los fotógrafos, que de repente vemos como el espacio que ocupábamos en ese circuito de creación y consumo de imágenes se ha desvanecido y, como es normal, sufrimos de vértigo. Pero si conseguimos tragar saliva y dar un paso adelante aunque sea a ciegas, tengo la certeza de que en realidad encontraremos un suelo, quizás no firme, pero sí virgen, donde pisar.

Pero para ello primero tenemos que aceptar la realidad. Vale ya de lamentarse y negar la evidencia. Hay que aceptar que ideas como la de la fotografía como testigo ya no está exclusivamente en manos de fotógrafos. Por una simple cuestión de probabilidad el fotógrafo profesional casi siempre llegará más tarde a sacar la foto que alguien que pasaba por allí. La foto-testimonio está cada vez más en mano de todo el mundo, cosa de la que creo que el periodismo debería alegrarse, porque aquello que merece ser contado estará documentado a pesar de que el periodista no haya podido llegar. De esa manera además se libera de un trabajo, creo yo, poco periodístico, ya que entiendo que los periodistas deberían ir detrás de la causalidad y no tanto de la casualidad. Es decir, que yo cambio a un solo periodista que haya buscado una noticia, por 100 que se la hayan encontrado. Se suele argumentar que el problema es lo poco fiable de esas imágenes que “a saber tú de donde vienen”, pero la verdad es que si nos ponemos a analizar rigurosamente cuestiones de veracidad en el fotoperiodismo, la gran y aplastante mayoría de fotografías manipuladas que se han publicado en medios de comunicación estaban firmadas por “profesionales”... Así que antes de acusarnos a los demás, recomendaría a los defensores de la pureza fotoperiodística se mirasen al espejo tal y como, todo hay que decirlo, ya han hecho algunos.

Captura de pantalla de una "¿fotografía?" publicada
en la web del diario ABC la semana pasada

Justamente ese autoanálisis crítico que le pido al fotoperiodismo, es el que tenemos que hacer extensivo a todos los que de alguna manera u otra vivimos de la fotografía. Igual que la foto-testimonio ya no será nunca más una práctica exclusiva de los profesionales, hay otras muchas prácticas en las que nos estamos viendo desplazados. La ventaja que teníamos a base de acarrear cámaras, carretes, tarjetas y objetivos por todas partes se fue y ya no volverá. Es hora de asumirlo, aceptarlo y aprovecharlo.

Entiendo que “aprovecharlo” es lo que ahora mismo se antoja complicado, pero tal y como ya ha sucedido en otras ocasiones en el pasado, ahí están la prácticas más arriesgadas para descrifrar como conseguirlo. Aquellas que parten de representaciones personales y que a pesar de que al principio suelen ser denostadas por incomprendidas, al cabo de un tiempo acaban siendo digeridas y regurgitadas como propias por la mayoría. Y aunque aquí corro el peligro de verme atrapado por mis palabras en el futuro, me atrevo a apuntar algunas ideas que nos ayudarán a avanzar.

Antes de proponer algunos ejemplos concretos quiero subrayar dos factores que creo que van a ser determinantes para conseguir superar la situación actual: por un lado un conocimiento profundo de la fotografía a nivel histórico, teórico, técnico y formal, y por otro la capacidad de desarrollar un discurso propio y de alguna manera identificable. Ahora que ya no basta con estar en el lugar y en el momento adecuado, que no somos los únicos que nos vamos de viaje y sacamos fotos y que no hace falta tener una cámara cara ni saber como utilizarla para hacer una foto (ya sea esta buena o mala), es justamente cuando los que nos autodenominamos fotógrafos tenemos que profundizar mucho más en aquello que reivindicamos y que nos debería diferenciar. Tenemos que saber situar una imagen en su contexto histórico y teórico, y ser capaces de diseccionarla en cuanto a su contenido formal y técnico para poder así dar un paso más allá de la mera repetición concatenada de lo que ya todo el mundo ha visto. Ya no basta con seguir repitiendo patrones, todo el mundo sabe que hay ciertos trucos que funcionan, hace tiempo que la mayoría de la gente tiene ensayada su mejor pose para ser retratados tal y como ellos quieren ser vistos en nuestras fotos. Nosotros tenemos que ser capaces de darle la vuelta a todos esos patrones y formatos ya asumidos. Y la única manera para hacerlo vendrá dada por el conocimiento adquirido a través de años de, no solo trabajo práctico y reiterativo, sino también de un cuestionamiento mucho más profundo y reflexionado del medio.

Este conocimiento además nos allanará el camino para poder desarrollar una personalidad fotográfica propia con la que poder identificarnos. Estoy convencido de que todos tenemos unos intereses intrínsecos que vienen derivados de nuestro bagaje cultural en función de donde y cuando hemos nacido y vivido. Lo único que tenemos que hacer es sacarlos a relucir en nuestras fotos. Y a pesar que de que los temas sobre los que ha versado la fotografía en cada época están innegablemente ligados a su tiempo (para algo la fotografía es la única que tiene esa relación esquizofrénica con la realidad), las miradas diferenciadas de determinados autores han sido y serán, hoy más que nunca, las que perdurarán sobre esas más de 300 millones de fotos al día de Facebook.

© Sohei Nishino, Diorama Map Tokio


Volviendo a los ejemplos de propuestas que van un poco más allá, creo que es más interesante fijarse en procesos de trabajo e ideas que simplemente en nombres, ya que yo soy de lo los que no creen en autores malditos o artistas únicos avanzados a su tiempo. Hoy más que nunca el arte y la fotografía camina de manera homogénea y todos aprendemos y estamos en deuda con todos.

Es por eso que no me sorprende que en menos de dos años vayan a publicarse con previsible éxito (o al menos repercusión) varios libros de fotografía que atacan desde diferentes ángulos a publicaciones decimonónicas de la religión, la política (leer al final de la entrevista a Cristina de Middel) o la propia historia de la fotografía. Nada mejor para renovarse que matar al padre, y teniendo en cuenta que vivimos el mayor boom de libros de fotografía de la historia, la verdad me sorprende que no nos diésemos cuenta antes que se darían este tipo de estrategias.

Por otro lado, si algo nos ha traído la era digital son las pantallas, y con ello las representaciones gráficas e intangibles de textos e imágenes. Al mismo tiempo, y en un tiempo record, esta nueva realidad no palpable ha causado un efecto rebote en el que otras tecnologías como las impresoras 3D cobran todo el sentido al hacer físicas todas esas formas bidimensionales. Del mismo modo que se defendió el vinilo en la música, en la fotografía no solo se ha defendido la película, sino que ha descubierto toda una vertiente matérica (uno y dos ejemplos) y escultórica (ver The Camera Collection) que no ha hecho más que empezar a desarrollarse. La escultura bidimensional y la fotografía tridimensional llevaban algún tiempo tanteandose, pero nunca habían estado tan cerca.

Hace poco vi un documental en el que los protagonistas, geeks reconocidos y orgullosos reivindican todo lo que sucede en Internet como real, como parte de su vida real. Tanto es así que cuando en un juicio les preguntan cuando se conocieron “IRL” (in real life/en la vida real), dicen renegar de ese acrónimo y abogar por “AFK” (away from keyboard/lejos del teclado), ya que entienden que lo que sucede en Internet es tan real como lo que sucede fuera. Ese es un cambio de mentalidad que también está ya llegando a la fotografía y aunque de manera tímida, empiezan a encontrarse trabajos que hablan de esa realidad intangible.

En la fotografía documental, también se están dando pasos impensables hasta hace muy poco. Se han roto fronteras relativas a la esencia propia del movimiento, ya que se plantean proyectos en los que el documento fotográfico se genera antes de que sucedan los hechos que se quieren denunciar y representar. Al mismo tiempo, el incensurable e imparable aluvión de imágenes de gran crudeza que pueblan Internet se utilizan como fuente de creación para autores que denuncian guerras y conflictos lejanos al mismo tiempo que se cuestionan el uso y circulación de la imagen hoy en día.

Estos son solo algunos ejemplos de algunas de las nuevas vías que se están abriendo entre las grietas de aquello que conocíamos como “fotografía” hasta hace poco. Aunque puedan parecer muy dispares, creo que hay un componente que une irremediablemente a todas. La experimentación. Si estamos hablando de matar a los padres, de dar pasos hacia lo desconocido y de cambios de mentalidad, sacudirse el polvo de lo anterior y ponerse cascos y coderas para tantear y jugar con lo que vendrá es condición sine qua non para avanzar. Dejemos las purezas, los dogmas y lo correcto de lado y permitámonos probar, errar y acertar.

Solo quiero acabar con una frase que aunque parece sacada de una película hollywoodiense, quizás sirve como reflexión final: si el fotógrafo es aquel que saca fotos, todo el mundo es hoy fotógrafo. Si el fotógrafo es aquel que ha estudiado y reflexionado sobre su herramienta a fondo tanto como para ponerla en duda y además ha sabido experimentar con ella para plasmar sus inquietudes personales, solo unos pocos seguiremos siendo fotógrafos.

Para este taller (este es un texto de introducción/provocación para el taller "Hola Fotografía" que empiezo a impartir esta misma tarde en Meeatings23) os animo a que trabajemos sobre alguno de los caminos que acabo de apuntar más arriba u otros que os sugeriré. O mejor aún, que lo hagáis sobre los que a vosotros mismos os interesen y propongáis. Es por eso que, aunque sé que no os he dado mucho tiempo para pensarlo, me gustaría que para la primera clase vengáis con alguna idea por muy vaga que sea, respecto qué vías os gustaría debatir y experimentar (ejemplos de trabajos propios y ajenos, y críticas de todo tipo a este texto serán muy bienvenidos).

Woody Allen posa para Playboy bajo la leyenda:
"Llevo cinco minutos en la profesión ya estoy
tomando decisiones improvisadas"

La Postfotografía Constructiva

Este es el guión que escribí como introducción a la mesa redonda en la que participé junto a Laia Abril y Roc Herms con motivo de la exposición From Here On, que tras inaugurarse en el festival Les Recontres D'Arles e itinerar a Amberes, se puede visitar en el Centre Arts Santa Mónica en Barcelona hasta el próximo 13 de abril.


Voy a aprovechar que mi posición en relación a esta exposición es diferente a la mayoría de los que han pasado por esta mesa durante estos días, ya que (lamentablemente para mi) ni soy parte del equipo de comisarios, ni artista participante. Teniendo en cuenta que los comisarios ya han descrito varias veces cual es hilo conductor con el que han tejido su propuesta y por tanto, ya han explicado qué es la postfotografía, he llegado a la conclusión de que resultará más interesante para todo el mundo si me centro en intentar explicar de una manera crítica y analítica el proceso que les ha traído tanto a ellos como a los artistas que forman parte de esta exposición (especialmente los dos que hoy me acompañan, Roc Herms y Laia Abril), hasta aquí.

Desde que Niepce consiguió manchar una placa de metal con algo parecido a un paisaje desde su ventana hasta hoy, la historia de la fotografía se podría dividir en tres grandes bloques. El primero iría desde su nacimiento hasta la vanguardias, el segundo desde las vanguardias hasta la aparición de la tecnología digital e Internet, y el tercero sería el que viene de ahora en adelante.


Manifiesto de la exposición From Here On.

Aunque no quiero entretenerme viajando demasiado atrás en el tiempo, si que creo que es muy importante resaltar el gran avance que vivió la fotografía desde mediados de los 50s en adelante, claramente influenciada por la aparición de los mass-media, el Pop Art o exposiciones como Pictures. La aceptación de autores como Cindy Sherman o Jeff Wall y sus reivindicación de la escenificación, o la de los artistas Andy Warhol o Richard Prince con las de la apropiación, nos permitieron asumir que a pesar de que una fotografía fuese teatralizada o recontextualizada, ciertos sectores del arte empezaban a ser capaces de leer sus códigos y entender su mensaje. Ese paso suponía aceptar que la cultura visual del espectador había subido un peldaño, que los fotógrafos ya no solo ofrecían “una ventana por la que ver el mundo”, sino que a raíz de la llegada de la televisión, las revistas ilustradas,  el cómic, el cine o la publicidad, el público entendía y asumía los códigos de la escenificación o de la apropiación, y por tanto el fotógrafo podía organizarlos a su antojo en una imagen preconcebida. Además de aquellos que utilizaban “la ventana por la que ver el mundo”, aparecieron autores que conjugando los diferentes signos adquiridos a través de los diferentes medios de comunicación de masas, eran capaces de recrearlos y escenificarlos sin provocar ningún problema digestivo.

Después llegó la fotografía digital abaratando los costes y simplificando la técnica hasta rozar el absurdo. Cuando los fotógrafos autodenominados “profesionales” ya se empezaban a rasgar las vestiduras porque esa tecnología permitía a todo el mundo tener una cámara, la cosa incluso fue más allá al incrustarse estas en los teléfonos móviles, ya que es a partir de ese momento cuando ni tan siquiera hace falta comprarlas por separado. No significan un objeto más a acarrear y además permiten compartir esas imágenes de manera instantánea; ha llegado Internet.

Tal y como demuestra esta exposición, especialmente el trabajo de Penélope Umbrico, destacada pionera de la postfotografía, una de las características más importantes de la fotografía hoy en día es que se ha convertido en un flujo que crece exponencialmente y que es alimentado por millones de personas a diario. Este hecho irrefutable implica al menos dos grande cambios: por un lado que el estatus de generador de imágenes se ha generalizado y democratizado, y por otro, que el uso de la fotografía por parte de la gran masa ha mutado desde la captura de los hitos biográficos, hacia su integración como parte activa de la vida de las personas. Ya no sacamos la cámara solo en los cumpleaños, bodas, bautizos y vacaciones. La utilizamos a diario para comunicarnos como un lenguaje que va más allá de la palabra. Hoy en día se hacen y suben a Internet más fotografías en un día de las que se habían hecho en los 150 años de historia de la fotografía anteriores. La evolución en Internet ha ido desde blogs con escritos en principio cortos en relación a lo que acostumbraba ser un escrito en papel, a Fecebook con textos mucho más concentrados, a Twitter reduciendo aún más su extensión hasta los 140 caracteres,  hasta llegar a Instagram, donde el peso de la comunicación lo lleva directamente la imagen. Creo que todos estos datos demuestran el histórico, abrupto e inevitable cambio de los usos del medio en todos sus escalafones y disciplinas. El uso diario de la fotografía como lenguaje de expresión ya no es exclusivo de los autodenominados “profesionales” ni de los aficionados. Todo el mundo se expresa a través de la fotografía, pasando de ser una representación de la realidad, a ser parte muy activa y relevante de la misma. Esa circunstancia ha provocado un efecto dominó, ya que aquellos que utilizábamos la imagen en ese mismo contexto, nos hemos visto invadidos y nos encontramos en la necesidad de explorar nuevos y desconocidos caminos.

La instalación de "Sunset" de Penelope Umbrico en la Fundación Foto Colectania,
este trabajo forma parte de la exposición "Obra-Colección" que se puede visitar
hasta el 25 de mayo en dicha fundación.

Antes decía que en los 80 se empezaron a asumir y entender los códigos que construyen una imagen. Se pusieron en duda fotos míticas del documentalismo como la del miliciano de Capa, el beso de Doisneau o el levantamiento de la bandera de Iwo Yima. Si a esa capacidad crítica desarrollada principalmente por practicantes o estudiosos del medio, le sumamos la masificación digital, es perfectamente entendible que algunos de los autores que trabajan con la fotografía hayan redirigido su punto de vista hacia esa nueva realidad. Y si además coincide que algunos de esos espíritus críticos ya llevaban años rastreando la fotografía vernacular cuando esta solo se podía encontrar en álbumes familiares abandonados o revendidos en mercadillos, se explica perfectamente que Erik Kessels, Joachim Schmid, Joan Fontcubera o Martin Parr hayan sido los primeros en aceptar, celebrar y analizar ese nuevo fenómeno.

El equipo de comisarios que han desarrollado esta exposición han dirigido su mirada directa y exclusivamente a esa nueva realidad cuyo destino desconocemos. Prácticas como la apropiación, la escenificación o la tergiversación no les son para nada desconocidas y por lo tanto no se sienten incómodos a la hora de reivindicarlas como estrategias válidas para la fotografía, por mucho que los adalides de la ortodoxia documental los tachen de sacrílegos al ver como se tambalean sus cimientos. Todos ellos comparten un punto de vista común que se plantea en el decálogo postfotográfico de Fontcuberta publicado en La Vanguardia hace casi dos años, y que me permito resumir en cuatro puntos:

- La defensa del reciclaje de imágenes y la reivindicación del apropiacionismo.
- La disolución de la figura del autor con la de editor y curador.
- La llegada de lo lúdico y sencillo para dejar atrás lo costoso y pretencioso (cosa de la que me alegro personalmente).
- La disolución de los límites entre lo público y privado a través de la posibilidad de “compartir” que ofrece Internet hoy en día.

Hace un pocos de días, en esta misma sala, en una conferencia protagonizada por los comisarios que antes nombraba (a excepción de Parr) , alguien entre el público denunció la falta de tema en los trabajos expuestos. Esta postura es lógica en quién cree que la fotografía solo puede ser una herramienta de expresión y aún no ha asumido que, a día de hoy, es para algunos más interesante como tema de análisis en sí misma. Tal y como he explicado anteriormente, los comisarios de esta exposición llevan ventaja en ese sentido, por lo tanto celebran la nueva posibilidad de estudio e investigación de estas prácticas fotográficas inéditas con regocijo. Hay que tener en cuenta que esta exposición legitima esas estrategias hasta ahora juzgadas como menores y ataca abiertamente a otras más pretenciosas del establishment museístico incluyendo la de las copias gigantes, los libros de fotografía de serie limitada o los discursos intimo-poético-introspectivos de aquellos a los que yo con cariño e ironía denomino “los atormentados”. Y eso por no hablar de la fotografía documental, tanto nueva como clásica.

Aunque esa ventaja que tenían les ha situado en la punta de lanza a la hora de reivindicar esta nueva realidad, tengo la sensación de que al mismo tiempo también tiene sus inconvenientes. Todos ellos nacieron en una generación en la que el ordenador no era ni siquiera una posibilidad, vivieron la era pre-digital y por tanto, es normal que se alborocen al darse la vuelta a la tortilla. Como unos niños con zapatos nuevos que en vez de pensar en donde y como los van a poder utilizar, primero se centran en celebrar y analizar su llegada. Y aunque estoy convencido de que eran conscientes de que estaban dando menos importancia a aquellos autores que al mismo tiempo que se cuestionan el medio, son capaces de utilizarlo como herramienta, supongo que lo transcendente del cambio de paradigma les llevó a concentrarse en aquellos especialmente metafotográficos, una decisión que a pesar de lo que pueda parecer creo que es acertada. Ya que, vuelvo a repetir, creo que el cambio de paradigma lo merece.

El primer ordenador que llegó a mi casa era de marca Fujitsu, y diría que yo no tenía ni 14 años cuando empecé a utilizarlo. Los de mi generación somos los primeros nativos de la era digital y eso marca una diferencia. Roc Herms ha convivido con consolas y ordenadores desde pequeñito, ha jugado a rol, se le podría considerar un geek, un término totalmente ajeno a aquellos que no saben lo que fue una Sega Mega Drive. Aunque no hemos nacido con la fotografía digital e Internet a nuestro alrededor, si que muchos nos sentimos sentimentalmente unidos a la tecnología digital y a las pantallas, y por tanto no tenemos suficiente con cuestionarnos su aparición porque la sentimos propia y también queremos utilizarlas con un propósito concreto desde el principio. Como decía, Roc Herms es un nativo de la era digital y por eso no es de sorprender, que tal y como hizo en su día Edward S. Curtis con los nativos americanos, se haya embarcado en un inabarcable proyecto que consiste en documentar con un acercamiento ciertamente antropológico la vida de una comunidad concreta, en este caso intangible. Tal y como le sucedía a Curtis con el pictorialismo en su época, no es ajeno a la realidad del medio que emplea, la postfotografía, pero cuenta con la ventaja de poder cuestionarse el medio al mismo tiempo que lo emplea a la búsqueda de un objetivo o tema ya conocido y desarrollado por otros fotógrafos.



Edward S. Curtis al estilo pictorialista vs. Roc Herms al estilo Game Boy

Una imagen de una nativa americana tomada por Edward S. Curtis
vs.
una imagen de una nativa de PlayStation Home apropiada por Roc Herms

En el caso de Laia Abril, además del carácter generacional entra en juego otro factor de su biografía especialmente relevante en relación a la postfotografía. Hace pocos días me comentaba que a raíz de la exposición y de la charlas y conversaciones que hemos tenido estos días, por fin había conseguido reconciliarse consigo misma, ya que estas nuevas prácticas (como explicaba en uno de los puntos del resumen del decálogo de Fontcuberta) no sancionan la figura del editor, faceta que Abril ha compaginado con la realización de fotografías en la revista Colors desde hace varios años, sino que lo reivindican como autor. Esta nueva realidad le ha permitido superar de una vez por todas una lucha interna en la que Laia resistía acosada por un contexto fotográfico en el que el editor en ningún caso, debía ser considerado autor. Solo quiero apuntar que esta aceptación de su  doble capacidad como editora-creadora de imágenes sucedió hace pocos días, por lo que en el trabajo que presenta aquí aún se puede vislumbrar su lucha interna, ya que a pesar de apropiarse de imágenes cumpliendo la faceta la editora, aún necesitaba justificar su estatus de fotógrafa, dejando bien visibles aquellos signos que demostraban que ella había apretado algún botón en forma de reencuadres o texturas de la pantalla del ordenador que demostraban el uso de una cámara.


Captura de pantalla del blog de la revista Colors donde Laia Abril deja claro
que su relación con la edición viene de muy lejos.


Para acabar, solo me falta decir que la suma de la tecnología digital e Internet, sin olvidarnos tampoco de las costumbres de consumo y comunicación de la sociedad de hoy en día, han colocado a la fotografía en una posición en la que nunca antes había estado. Y aunque, como decía anteriormente, creo que la mayoría de los participantes en esta exposición solo se han centrado en representar el gran cambio de paradigma (la fotografía como motivo), tanto Roc Herms como Laia Abril sí que creo que han dado un paso más allá, buscando un nuevo espacio para los fotógrafos que ofrece algo más que su mera utilización práctica que ya desarrolla todo el mundo (la fotografía como herramienta), y han encontrado un nuevo, inexplorado y fértil espacio donde la fotografía es motivo y herramienta al mismo tiempo.


Quiero agradecer a los que, a pesar del mal tiempo, asistieron a la charla y participaron en la interesante conversación que se generó con el público. También quiero agradecer mi participación en las actividades paralelas de la exposición a Tanit Plana, ha sido un honor para mi poder ofrecer mi punto de vista en el marco de una muestra tan interesante e innovadora.

Roc Herms

Entre unas cosas y otras últimamente no he tenido el tiempo suficiente como para rematar varios textos que tengo a medias. Pero como una de esas cosas que me ha tenido ocupado es precisamente un pequeño escrito sobre el trabajo de mi amigo Roc Herms, que él mismo me pidió a raíz de su participación en la exposición From Here On, aprovecho para colgarlo y demostrar así que no me olvido de este blog:


Frente a la gran revolución tecnológica y crisis deontológica que vive la fotografía a día de hoy, suelen aparecer dos posturas extremas y enfrentadas. Por un lado están aquellos que defienden la definición más clásica y ortodoxa de la fotografía, en la que ni siquiera la escenificación o la apropiación tienen cabida. Mientras que por otro están aquellos que celebran y promueven cualquier nueva frontera transgredida, aún y cuando los objetivos que persigue no están del todo claros. A medio camino entre ambas posturas, mayoritariamente más cerca de la primera, es donde se pasea la mayor parte de los practicantes y estudiosos del medio. Analizar la práctica fotográfica de Roc Herms nos puede servir estupendamente para entender y recorrer ese periplo de lado a lado, sin llegar a tocar ninguno de los dos extremos. 



Además del cuestionamiento del medio fotográfico y su debilidad por la tecnología, Herms también muestra un interés reiterado por las identidades colectivas minoritarias. Como bien se puede ver en un poster que cuelga en el salón de su casa (realizado por una de las celebridades geeks de Internet), las hoy denominadas comunidades han sido y son motivo de documentación por parte del fotógrafo catalán. Desde el proyecto que realizó en 2007 con el que estuvo seleccionado en la convocatoria Descubrimientos de PhotoEspaña en el que presentaba “a un gigante dormido que cuando despierte temblará el mundo”, como era China en aquel momento. Pasando por la documentación de una de las raves (fiestas generalmente ilegales en las que la música electrónica y el baile son los protagonistas) más multitudinarias como el AntiSonar de Barcelona. Hasta llegar a su trabajo sobre la Campus Party, una convención anual en la que miles de personas y sus respectivos ordenadores se re-unían en red durante una larga semana para, entre otras cosas, aprovechar al máximo los 100Mb/s de velocidad de descarga.

A pesar de que en alguno de estos trabajos iniciales de Herms se pueden intuir los primeros pasos hacia un nuevo tipo de documentación con la que rebasar los límites del fotoperiodismo, en muchos de ellos el fotógrafo aún busca pasar desapercibido, intentando ofrecer al espectador una ventana por la que poder vislumbrar una realidad objetiva, concreta y directa. Exceptuando quizás el proyecto sobre el gigante asiático, su trabajo se centra en aquellos grupos sociales de los que el autor ha formado parte, aunque paradójicamente no busca la narración en primera persona, sino que se presenta como un observador externo. Son imágenes de grupos que él conoce bien, de los que incluso ha llegado a ser una figura destacada, como es el caso de su trabajo sobre los jugadores del juego de estrategia Magic the Gathering (llegó al top ten mundial), pero en el que lejos de mostrar su punto de vista sobre esa subcultura, ofrece una visión lo más documental e incluso tipológica posible, orquestando una catalogación de jugadores en la que, sí, se incluye, pero solamente como uno más.

Aquí podemos ver a un Roc Herms ya sin parche en el ojo, aunque todavía
imberbe, demostrando sus habilidades como uno de los mejores jugadores
 de Magic The Gathering del mundo 

Aún viniendo de ese camino estrictamente documental, el gran cambio tecnológico que supuso la llegada de la fotografía digital incrustada en los teléfonos móviles y la itinerancia ilimitada que ofrece Internet, fue para Roc muchísimo menos traumática que para el resto. Incluso diría que fue liberadora, ya que aunque esa querencia humanista por las subculturas tecnológicas sigue existiendo y su trabajo sigue siendo documental, le ha abierto la puerta a experimentar fuera de las normas preestablecidas en la ortodoxia fotográfica. Las relaciones personales y cercanas que vive con regocijo a través de Internet han sido motivo de experimentos como Game Boy People o Facebookcidades, donde no solo abraza la subjetividad, sino que se coloca en el centro mismo de su trabajo, mostrando representaciones gráficas y fotográficas de los que le rodean y se relacionan con él a través de cables y ondas. 



Es en ese momento en el que aparece Home, una plataforma virtual de la consola PlayStation en la que millones de personas construyen su identidad, interactúan y, tal y como Herms ha documentado, van a misa, publican revistas o inauguran exposiciones. Es en ese momento, decía, en el que ese mundo virtual se le presenta como una oportunidad de oro para poder aunar su interés por las comunidades minoritarias, su pasión por la tecnología y su necesidad de dar un paso más allá en la práctica fotográfica. Y es por eso que Postcards from Home, es el trabajo más ambicioso de Roc Herms, ya que le permite atacar los diferentes objetivos que tenía fijados al unísono, matando a todos los pájaros de un solo tiro. 



Es allí donde ha encontrado a personajes como Joanna Dark (merece la pena leerse la entrevista entera para entender como se sacan fotos en Home), seudónimo de alguien que en su vida virtual se viste y fotografía con múltiples conjuntos que compra con dinero contante y sonante, para luego compartir esas imágenes con cientos de chicas en foros de Internet que utilizan como plataforma para debatir sobre la moda no tangible. U otros como Darth Granny, una sexagenaria residente en Hawaii que compatibiliza dos cuentas y 18 avatares que le permiten “la oportunidad de ser cualquiera; cualquier cosa, cualquier edad, raza, color, tamaño, etc.”, al mismo tiempo que escribe para una revista que se publica exclusivamente en Home. O a los Homelings, lo más cercano a una secta propia de la comunidad online, fundada por un militar del ejercito de los Estados Unidos en activo que es conocido entre sus acólitos bajo el seudónimo de Mother, y que organizan exposiciones y realizan rituales virtuales con nombres tan sugerentes como las Dramatic Walks.

Los Homelings en una de sus "procesiones"



Todos esos personajes y muchísimos más son los que se pueden encontrar buceando en su extenso proyecto Postcards From Home; ellos son los le han permitido a Roc Herms seguir avanzando en su afán de investigar, catalogar y representar en primera persona esas nuevas sociedades paralelas. Un objetivo que consigue cumplir a través de fotografías al estilo puramente documental, en las que lejos de ocultarse como hacía en sus inicios, Herms se ofrece como guía en primera persona. Es su avatar el que nos ayuda a comprender ese mundo virtual en el que las palabras son visibles y fotografiables, cumpliendo por arte y gracia de los programadores y diseñadores informáticos de Home un sueño que todos hemos tenido alguna vez. Fotografiando sus encuentros y con entrevistas directas y sencillas nos permite profundizar en las personas e ideas que existen dentro de sus avatares, sin tampoco dejar de lado todo tipo de documentos como emails, capturas de pantalla o conversaciones en chats, con las que trata de mostrarnos como la tecnología ofrece nuevas posibilidades en las relaciones sociales antes inimaginables.

 

En definitiva, el trabajo de oRcstaR (su seudónimo en Home) parte de la base de la fotografía documental, de su profundo conocimiento de las comunidades minoritarias y de su innata curiosidad por las nuevas tecnologías, para presentar un trabajo en el que nos invita a acompañarle y sumergirnos en esos mundos virtuales, que ya podríamos empezar también a llamar reales.

-oRcstaR: What do you like from this virtual world?
-JungleJimmyPants: man this is real.