Los Espabilados

Llevo desde antes del verano pasado con un tema rondándome por la cabeza a raíz de varias conversaciones que he tenido con unos cuantos amigos/fotógrafos. Así que no me queda otra que escribirlo para intentar definir mi postura al respecto. He de comenzar diciendo que al sentirme de alguna manera parte de lo que voy a hablar, seguramente no tendré un punto de vista del todo objetivo. Pero en cualquier caso esto es un blog de reflexión y opinión, así que supongo que ya era de esperar...

Hace ya tiempo que creo, y no soy el único, que la fotografía en España está experimentando un crecimiento y un desarrollo nunca antes visto. Ese florecimiento se está dando especialmente en las nuevas generaciones de autores de las que me siento orgullosamente parte, a pesar de que, como decía al principio, pueda alterar mi punto de vista sobre todo el asunto. Una de las principales razones que solemos esgrimir a la hora de explicar el porqué de esa explosión es Internet y la posibilidad de interactuar y el acceso a información que ofrece. Pero creo que no se trata tanto de la capacidad de compartir esa información, sino de la actitud con la que aprovechamos esa posibilidad. Los colectivos, talleres, festivales, revistas, webs etc. se crean y funcionan no sólo porque Internet nos lo ha permitido, sino porque nosotros hemos sabido aprovechar esa oportunidad. Al mismo tiempo la sensación de que la organización de la industria de la fotografía está anquilosada, las mínimas oportunidades que se ofrecen a los recién llegados y el inmovilismo que eso ha generado tampoco nos dejaba mucho más espacio que éste, la red, para poder mostrarnos, comunicarnos y organizarnos.

Para acotar de alguna manera esa nueva generación, diría que va desde los que hoy son estudiantes de fotografía hasta algunos de los ya consagrados que no tienen complejos a la hora de estar atentos y absorber lo que viene. El manual dice que para poder proclamar la existencia de una nueva generación, es inevitable la ruptura con la anterior. Intentaré no expandirme demasiado en esto pero creo que es importante hacer aquí un alto en el camino para intentar entender qué es lo que ha fallado hasta ahora en los diferentes cambios generacionales que se han vivido en el mundo de la fotografía en España para que este fenómeno no sucediese antes. Para ello recomiendo la lectura de un libro y un catálogo, ambas publicaciones que me llegaron recomendadas por Paco Navamuel, a quién se lo agradezco. Por un lado está “CT o la Cultura de la Transición”, un interesante ensayo pro 15M que critica la gestión de la cultura desde la transición hasta nuestros días y cómo los nuevos movimientos sociales y el impacto de la nuevas tecnologías y métodos de comunicación están cambiando esa gestión – y además la foto de portada del libro es de Txema Salvans. El libro está directamente conectado con lo que comentaba antes sobre aprovechar lo que nos ha ofrecido Internet y además toma como base una idea muy clarificadora a la hora de entender el inmovilismo en el que ha estado metida hasta hace bien poco la cultura en este país. Resumiendo demasiado, los diferentes autores del libro esgrimen que forzados por el obligado olvido y perdón de los horrores de la guerra civil sobre los que se construyó la transición, desde entonces se creó, ensalzó y defendió contra viento y marea a aquellos actores de la cultura que menos incordiaban al nuevo equilibrio político bipartidista instaurado. Y no sólo eso, con tal de que todos estuviésemos unidos y ante el temor de que cualquier crítica pudiese alimentar que sucesos como el intento de golpe de estado del 23F volviesen a suceder, se redefinió el término “cultura” en función de los intereses que defendían – y aún defienden – esos partidos y poderes económicos para no desestabilizar el precario equilibrio. Eso permitió que ciertos autores arropados por esos poderes políticos y económicos fueran ensalzados y protegidos hasta puntos en los que cualquier otra propuesta – y ojo no que no hablo sólo de posturas ideológicas, también hablo de estéticas – no tuviera cabida. El ejemplo más claro y obsceno en cuanto a la protección política de la industria cultural se refiere lo protagonizó la SGAE, cuyo final gracias a la presión y las denuncias lanzadas desde la red, todos conocemos. Siendo como soy un euskaldun establecido durante varios años en Barcelona, he de decir que esta “Cultura de la Transición” también la han instaurado los partidos nacionalistas tanto catalanes como vascos, tirando cada uno para su tierra en cada caso, como no podía ser de otra manera.

Portada del libro con la foto de Txema Salvans

Centrándonos ya en el ámbito fotográfico – esta es la segunda publicación recomendada por Paco y sobre la que ayer publicó el primero de cuatro artículos en su blog A Sangre que recomiendo leer –, si queremos atisbar que ha pasado en la escena fotográfica de los últimos 40 años y cuál ha sido la relación entre los autores establecidos y los más jóvenes, encuentro muy clarificadora la transcripción de la mesa redonda moderada por Humberto Rivas en la que participaron fotógrafos, profesores, galeristas y comisarios como David Balsells, Victoria Combalia, Joan Fontcuberta, Pere Formiguera, Manel Úbeda, Fina Furiol, Daniel Giralt-Miracle y María Teresa Molina que se realizó a puerta cerrada – un error a mi juicio – con motivo de la exposición “Joves Fotografs” en Barcelona en 1986, y que aparece publicada en el catálogo de dicha muestra financiada por La Caixa de Pensions. El segundo error, garrafal en este caso aunque tampoco sé los motivos que les llevaron a plantear la charla de ese modo, es que de esos nueve nombres sólo una estaba en calidad de “jove fotograf”, teniendo que enfrentarse María Teresa Molina ella sola al resto de nombres que para aquella época ya estaban establecidos y reconocidos en el mundillo fotográfico catalán. Y cuando digo enfrentarse, muy a mi pesar, no lo digo de una manera metafórica, porque la transcripción no deja lugar a dudas. Resumiendo mucho, los establecidos echan en cara a los jóvenes el ser demasiado continuistas y poco espabilados, tal y como dice Joan Fontcuberta:

“...no estoy de acuerdo en que no se diera facilidades a los jóvenes. Los jóvenes no tienen que esperar que les lluevan las oportunidades del cielo, tienen que espabilarse como nosotros...”

A lo que María Teresa Molina responde:

“...quiero responder a Joan Fontcuberta y decirle que nosotros nos movimos muchísimo y tuvimos grandes dificultades, por ejemplo con Giralt-Miracle no hubo manera de contactar...”

Este pequeño rifirrafe sucede en el momento álgido de la mesa redonda, donde también se habla de otros temas como la educación, el acceso al mercado del arte o el continuismo de la nuevas generaciones y creo que resume en gran medida el grandísimo error en el que se ha caído una y otra vez en el mundo de la fotografía en España. Por un lado puedo aceptar que no ha habido relevo generacional de ningún tipo en los últimos 30 años, porque quizás ni siquiera ha habido una hornada con un trabajo lo suficientemente rupturista, potente y/o específico como para ser señalado. Pero a eso también le añadiría la sensación de que la frase que citaba anteriormente, y que con una brutal sinceridad suelta Fontcuberta, ha sido una idea muy extendida entre los fotógrafos consagrados en España. Y aunque no creo que sea esa la única razón para entender porque aquí se ha tardado tanto en ensanchar y diversificar el uso de la fotografía, si que creo que tiene su importancia. Me da la sensación de que a ninguno de ellos se les ocurrió que sumando a nuevos autores con diferentes puntos de vista a la escena del país se podía enriquecer – tanto temática como económicamente – el medio. Hasta ahora la fotografía española se ha vinculado a un reducido número de nombres que se han repetido invariablemente a lo largo de los últimos años. No seré yo quién discuta la importancia del trabajo de los García-Alix, Isabel Muñoz, Ouka Lele o Chema Madoz por poner algunos ejemplos. Pero habría que tener en cuenta que el hecho de que a ese grupo se les sumen nuevos autores con nuevas visiones y prácticas fotográficas no les va hacer ningún mal, sino todo lo contrario. Van a abrir el arco de posibilidades, por lo que en consecuencia la gente que se va a poder sentir atraída por la fotografía va a ser mayor y más diversa, con lo que todos salimos ganando. Incluso ellos. Sé que los fotógrafos consagrados no tienen la responsabilidad sobre la gestión de la fotografía en España. Las empresas privadas y especialmente las instituciones públicas que se dedican al medio son mucho más responsables. Pero de algún modo, si que creo que tienen un especie de deuda moral que debería ir más allá del “tonto el último” que han estado aplicando, algo así como una obligación de devolverle a la fotografía, el medio que les ha permitido ser quienes son, todo lo que les ha ofrecido.

Portada del catálogo "Joves Fotografs",
editado por la Caixa de Pensions, 1986

Dicho esto, todos sabemos que el mercado fotográfico en este país es minúsculo por lo que en realidad creo más nos vale dejarnos de luchas internas absurdas y empezar a remar todos, lo más unidos que podamos, para que la falta de cultura fotográfica empiece a disminuir de una vez por todas. Y cuidado que no planteo una especie de comuna hippie en la que todos seamos amigos y que no haya diferentes opiniones. El debate es útil y necesario, ese es de hecho uno de los principales propósitos de este blog y creo que el párrafo anterior lo deja bastante claro. Lo que creo que se necesita es dejarse de peleas internas como las sucedidas anteriormente entre las diferentes maneras de entender la fotografía o las diferentes generaciones que, por lo que me han contado –el oscurantismo y la no aceptación de los errores cometidos por cada cual también es otra lacra a eliminar – llevaron a desenlaces tan tristes como la desaparición del Centro Internacional de Fotografía de Barcelona, centro al que el MACBA dedicaba una exposición recientemente. Creo que deberíamos intentar expandir la cultura de la fotografía más allá de las endogámicas fronteras que la limitan hoy en día. He visto infinidad de galerías o seudogalerías tanto físicas como online donde ofrecen fotografía a precios, digamos, razonables pensando que de esa manera iban a conseguir atraer al gran público a la fotografía. ¿Pero cuantas de ellas han funcionado realmente? No falta oferta, aquí hay buenísimos fotógrafos, revistas, colectivos, libros y webs... Pero por muy barato que lo ofrezcas, si a alguien le quieres vender aquello que no valora, estarás dándote cabezazos contra una pared. Lo que hace falta es demanda, porque ni siquiera la gente que tiene intereses culturales o artísticos tiene unos conocimientos medios de fotografía. Yo he llegado a sufrir preguntas como: ¿existe una historia de la fotografía? Por eso creo que por ahora es inútil intentar mostrar, publicar o vender fotografía en España cuando no hay nadie que entienda cual es su valor tanto económico como cultural. Para solucionarlo, además de dejar la práctica de “tonto el último” que mencionaba anteriormente, creo que los que estamos en esto primero deberíamos aceptar que lo que nosotros entendemos por fotografía puede no tener un único significado. No se trata de que creemos una definición común ni nada parecido, por muy paradójico que parezca, siempre he creído que tener las cosas demasiado claras puede ser el inicio de un problema. Propongo que aunque no todos estemos de acuerdo con que hacer pantallazos en el ordenador, fotogramas, fotografía directa o colodión húmedo sea fotografía, sin dejar de debatir cuales son esas diferencias, nos centremos más en las semejanzas y sepamos transmitir porqué es esta nuestra pasión, y en algunos casos también profesión. Supongo que los fotógrafos de los que hablaba anteriormente no lo verán del mismo modo. Supongo que será así porque tuvieron que abrirse camino en un en paisaje fotográfico español aún más desértico del que vivimos ahora, por lo que ya tuvieron suficiente con lo suyo. Y una vez te acostumbras a tirar tu solo para adelante sin saber muy bien hacia donde vas, digo yo que cuesta mirar a los lados o a quién viene por detrás. Y además, como la etiqueta que les hemos adjudicado bien dice, ya están consagrados, por lo que no tienen esa motivación extra que te aporta el no tener tierra firme bajo tus pies.

Página 25 del catálogo con la transcripción de la
mesa redonda con motivo de la exposición
"Joves Fotografs", La Caixa de Pensions, 1986


Por si acaso y para que quede claro, vuelvo a repetir que busco debates pero no peleas. No es para nada mi intención ofender a nadie y no tendré reparos para rectificar o pedir disculpas si alguien se ha sentido menospreciado. Y mucho menos con aquellos que llegaron antes, porque aunque no siempre esté de acuerdo, mi egocentrismo fotográfico tiene límites y tengo muy claro que siempre habrá algo que ellos saben y a mi me quede por aprender.

Una vez reconocido lo anterior y asumido sus errores – los aciertos ya están asumidos y reconocidos desde hace tiempo –, toca analizar el presente. Me da la sensación de que esta nueva generación de la que hablaba al principio trae consigo una nueva mentalidad y ha cambiado el paso. La interacción que hay hoy en día entre la gente, y no solo a través de la red, es parte muy importante de su propia existencia. Creo que hemos sabido interactuar, debatir, rebatir y aprender como nunca antes había sucedido. Hay gente haciendo cosas muy diferentes, con ideas muy diferentes sobre qué es la fotografía y como debe utilizarse. Pero eso no provoca rupturas, sino todo lo contrario, por suerte somos la generación del compartir, la generación para la que la marca de agua en sus fotos es una aberración. La que nos hemos “espabilado” y hemos sabido hacer un cambio de rumbo y buen marketing, como también pedía a los jóvenes fotógrafos del 86 Fontcuberta:

“...en mi opinión os falta marketing. Estáis vendiendo un producto que ya existe, y una de las leyes del marketing es que hay que crear un diferencia aunque sea falsa o psicológica con respecto a lo que existe....”

Pues bien, más allá de las diferentes prácticas fotográficas que hemos desarrollado, esa diferencia respecto a lo que existe radica en nuestra actitud por y para el medio. Además de querer ganarnos la vida con la fotografía –opción total y absolutamente lícita – queremos compartirla. Supongo que ahora más de uno se estará frotando las manos pensando en que le estoy metiendo mucha caña al Premio Nacional de Fotografía, de Artes Visuales y de Ensayo, y en parte tienen razón. Pero por otra parte hay que reconocerle que si eso es así, es porque es el único que se ha “arriesgado” a decir lo que piensa sin cortapisas. Es un provocador nato, abre debates, cosa que hace que aunque a veces no comparta sus aportaciones, sea siempre una opinión a seguir y muy de agradecer. Más de uno también se preguntará qué es lo que me lleva a la chulería –sin ser de Bilbao – de afirmar que la generación de fotógrafos de hoy en día sobresale por encima de las de los últimos 30 años. Por empezar por algún sitio, diría que porque hace tiempo que algunos fotógrafos percibieron esta realidad y se enfrentaron al “tonto el último” con la de “la unión hace la fuerza”, creando  colectivos de fotografía. Ellos no solo han sabido hacerse un hueco, sino que directamente han sido capaces de construir un espacio donde no antes no lo había. Y han creado y/o importado modelos de trabajo, de educación e incluso estéticos claramente identificables. Ese camino abierto se ha multiplicado y diversificado en otros muchos colectivos que funcionan en diferentes puntos de la península y que a base de ensanchar el camino han permitido que ya no sea condición sine qua non formar parte de un grupo para existir. También resaltaría el grandísimo momento que vive el mundo de autoedición y la edición independiente, donde libros de autores españoles son alabados fuera de nuestras fronteras – y hay otros con igual o mejor pinta por llegar. Donde editoriales independientes se atreven con el “libro electrónico” y empiezan a tener resultados o webs independientes y sin ánimo de lucro aparecen como una de las mejores webs sobre libros de fotografía según revistas extranjeras. Y si esto no les parece suficiente y lo que necesitan son premios y reconocimientos directos, podemos estar muy orgullosos porque ya no es raro contar con jóvenes fotógrafos españoles premiados o seleccionados en convocatorias como el ya clásico Word Press Photo, el premio de retrato de la National Portrait Gallery de Londres, en festivales de gran repercusión internacional...  Y a pesar de que me dejo muchas más cosas – como por ejemplo todos los blogs, webs y revistas tanto digitales como impresas que existen y que promueven la fotografía emergente, o aquello que se suele aceptar como signo de buena salud de cualquier ideología como es el humor autocrítico y satírico – en realidad ninguno de esos hechos irrefutables son los que me permiten sacar pecho tan descaradamente. Lo que me hace estar tan seguro es tener esa sensación de motivación compartida y generalizada que se respira entre esta nueva generación en cada conversación, cosa que ahora mismo no soy capaz de describir ni detallar con palabras que le hagan justicia.

Lo curioso es que a pesar de la existencia de todo esto ninguna institución, empresa cultural o medio de comunicación importante se ha hecho eco hasta ahora. Pero...¿y que pasaría si eso cambiara? Imaginemos por un momento que un gran museo, festival o parecido se plantease la idea de que lo que está pasando es lo suficientemente importante como para ser señalado. Debería ser una oportunidad de oro para ampliar el interés por la fotografía y para conseguir –como decía más arriba – acercar a gente que no necesariamente trabaja con el medio, ampliando así su radio de acción. En principio el reconocimiento siempre es de agradecer y suena muy prometedor pero...no se si seré yo que suelo ser escéptico y dudo ante todo...¿pero no os entra un poco de miedo? Lo pregunto porque al pensarlo me da la sensación de que seguramente se intentaría establecer un especie de canon o definición que acotase, identificase y definiese qué, quién, cómo y por qué se está desarrollando la fotografía. Y ese sería una gran error, ya que a mi juicio lo más importante es que hay gente continuando con la street-photography, sacando revistas a la calle y a las pantallas, investigando con la postfotografía, programando webs, haciendo nueva fotografía documental, publicando libros y reuniéndose para verlos, manteniendo vivas las técnicas antiguas, impartiendo clases, recibiendo esas clases, reinventando el collage, sacando fotos en grupo y en solitario, teorizando, creando colectivos, montando exposiciones, participando en festivales nacionales e internacionales, convocando concursos, criticando trabajos propios y ajenos, organizando proyecciones y un interminable etcétera. Me temo que si desde alguna institución se propusiese ese reconocimiento a esta nueva generación, se quedaría en eso, en lo que yo acabo de hacer, en un mero señalar pasajero, cuando lo que aquí necesitamos es un cambio de actitud. Es indispensable que se mire y se tenga en cuenta a los últimos en llegar, que aquel que se “espabile”, trabaje y demuestre unas dotes, tenga su recompensa más allá de la edad o de los años que lleve en el medio. No se necesita una gran exposición sobre la nueva fotografía en España, lo que se necesita es un cambio en la mentalidad de todos los que trabajan alrededor de la fotografía, y en especial en las instituciones públicas, en como acogemos, aceptamos y exportamos a la nueva fotografía. He oído a demasiados fotógrafos quejarse de lo que les costó llegar, pero he visto a muy pocos intentar hacer algo para que ese proceso no se perpetuase. Estoy seguro que cada época tiene sus carencias y sus ventajas,  solo propongo hacer algo para que los que vengan después de nosotros al menos no pasen por las mismas dificultades que nosotros tenemos hoy.

Y de hecho, escribir todo este speech – si todavía estáis leyendo esto os lo agradezco y prometo intentar ser mucho más conciso en el futuro – me ha ayudado a darme cuenta de que seguramente nadie de esas altas esferas va a abanderar ese cambio de mentalidad y, aunque quizás sea de una manera bastante ingenua, solo podemos hacerlo nosotros...e  incluso iría más allá y diría que de hecho, ya lo estamos haciendo. Escribir todo este texto me ha llevado a la conclusión de que no tenemos que intentar cambiar la manera de pensar o actuar de nadie, solo tenemos que seguir creyendo y haciendo las cosas a nuestra manera con el mismo ímpetu, porque estoy seguro que de todo este trabajo nos está llevando a un escenario mejor, al que otros acabarán por unirse. Y ahora que lo pienso, existen algunos ejemplos de dichos cambios, como el de que Xavier Rivas, que engrosaría la lista de fotógrafos consagrados, opte por una editorial pequeña e independiente como BSide Books para publicar. O a la inversa, que una gran editorial como RM, coedite libros de corte más arriesgado de lo que acostumbra, como pueden ser los de Vicente Paredes o Julián Barón. Por lo que sé, también tenemos que agradecerle a gestores culturales de nuestra generación la vuelta de unas ayudas tan importantes y necesarias como Fotopress. O por otro lado el esfuerzo que están haciendo algunas escuelas por cambiar sus modelos educativos y como otras nuevas ofrecen oportunidades hace poco inimaginables, como la de publicar un libro tanto a profesores como a alumnos, en el caso de la escuela Lens de Madrid.

Esta nueva generación vive y exprime la fotografía todo lo que puede. Gracias a Internet lo hace en común con debates abiertos, seguro que con algunos enfados, pero sin grandes peleas ni jerarquías internas, entendiendo que justamente esa variedad es la que da forma al nuevo movimiento. Y definitivamente se trata de un movimiento expansivo al que no le caben los corsés. Busca traspasar cualquier límite o frontera, aprovecha como nunca de las oportunidades que le ofrece la tecnología, tanto la nueva como la antigua. Vive y disfruta la fotografía de ayer y de hoy, y se arriesga a buscar la de mañana.

Sinceramente, si nos quejamos de lo difícil que es vivir de la fotografía, de lo mal que se trata al fotoperiodista, del pésimo gusto de agencias y clientes en el mundo de la moda y la publicidad, del poco margen que tiene frente a otras disciplinas en el mercado del arte etc. Si por un lado el gran problema viene del poco valor tanto cultural como económico que tiene la fotografía en la sociedad y de la precariedad que eso supone para los que la practicamos, pero si por otro a pesar de ello seguimos erre que erre viviendo y compartiendo aquello en lo que creemos...¿soy el único que piensa que llegará un momento en el que ese sin sentido llamará la atención fuera de nuestras endogámicas fronteras y a alguien ajeno a la fotografía le llamará la atención y querrá entender el porqué de ese impulso? Por muy naíf que suene...¿a alguien se le ocurre una mejor manera para conseguir ampliar el número de público a la que le puede interesar la fotografía que la de demostrar nuestra pasión inquebrantable por ella?

Foto: Alberto Feijóo