¿Y TU POR QUÉ NO HAS HECHO UN LIBRO?

¿Y tu por qué no has hecho un libro? Han sido varios los que últimamente me han hecho esa pregunta, como diciendo que ya que es tan barato y fácil y mola tanto...por qué haces exposiciones? La respuesta es bien sencilla: porque todavía no tengo ningún trabajo con el que creo que merezca la pena hacer un libro. 

Que quede claro, me encantan los libros, me apasionan. Pero ningún libro me ha dado lo que he podido sentir en unos cuantos espacios dedicados a la fotografía o al arte en general. Estoy seguro de que ningún libro podrá nunca ofrecerme lo que viví cuando visité por primera vez mi museo favorito, el museo Dia Beacon (EEUU). Ningún libro conseguirá anclarse en mi memoria como la exposición sobre Dreyer y Hammershøi que pude disfrutar hace ya unos años en el CCCB de Barcelona. Y ni siquiera el mítico libro “Egglestone’s Guide” podrá compararse a lo que significó para mi poder ver sus copias por primera vez en el Whitney Museum de Nueva York. O por decir alguna más reciente, creo que es imposible valorar el trabajo de fotógrafos como Lewis Baltz o Robert Adams sin haber visto sus impecables copias en blanco y negro que hasta hace poco  se podían admirar en la indispensable exposición New Topographics en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Y así podría seguir un buen rato. Tanto el libro como la pared (o cualquier otro formato) tienen sus ventajas y defectos, sus leyes, códigos y pautas que hacen que funcione dependiendo también en los gustos y preferencias de cada espectador.

La entrada al museo al museo Dia:Beacon
Riggio Galleries, 2003. Photo: © Richard Barnes.

El gran boom de libros de fotografía en el que vivimos parece estar alcanzando sus cotas más altas. La excesiva abundancia de listas al mejor libro de fotografía del 2011 (de la que admito sin rubor mi parte de culpa como instigador de una de ellas) y el hastío que han generado en algunos lo demuestra. No son pocos los que se preguntan si todo esto realmente supone un cambio a mejor, o si simplemente es una muestra más de los vertiginosos y efímeros hábitos de consumo de la sociedad global contemporánea. ¿Es una moda de la que nos olvidaremos en poco tiempo, o los libros de fotografía están aquí para quedarse? Los que me habéis leído antes (¡gracias!) sabéis que es justamente el tipo de preguntas que intento responder aquí.

En otro post ya intenté descifrar alguna de las razones que explican porque ahora todo el mundo quiere publicar un libro de fotografía. Resumiendo creo que la suma de varios factores, que he intentado colocar en orden jerárquico, nos han traído hasta aquí:

1 El abaratamiento de los costes de producción, distribución y difusión. 

2 La simplificación técnica y perfeccionamiento de los acabados que siguen avanzando desde que Ed Ruscha ya diese buena cuenta de ello en los 60.

3 El efecto “rebote” que ha causado la irrupción de Internet y los formatos digitales, en cuanto a la necesidad de generar y poseer objetos tangibles frente a todo aquello que está en la nube.

4 La aparición de “The Photobook: A History”, el primer gran estudio serio, pormenorizado y accesible a todo el mundo sobre la historia de las publicaciones fotográficas de la mano de Gerry Badger y Martin Parr.

5 La aparición de una nueva tendencia de fotografía narrativa (como decía en esta entrada, en respuesta a movimientos anteriores) y que esa tendencia esté encabezada justamente por más de una “celebrity” fotográfica, como por ejemplo son los casos de Alec Soth, Mark Steinmetz John Gossage (lo corrijo porque un amigo me ha convencido de que Gossage es mucho mejor ejemplo que Steinmetz) o el propio Martin Parr.

6 La excitación que la coincidencia en el tiempo de todos los motivos anteriores han provocado en el mundo fotográfico, que además es capaz de comunicarse directa y globalmente por primera vez en la historia.


Aunque seguramente me estaré olvidando alguna razón más que explique la eclosión del libro, tengo que resaltar que hay otras que he obviado intencionadamente. Como por ejemplo el hecho de que muchos fotógrafos estén utilizando el libro como portfolio. No lo incluyo porque sencillamente un portfolio para mi no es “un libro de fotografía”. Y si todavía alguien se está preguntando de qué estoy hablando, tal y como dicen los cuatro mandamientos de Gossage, decir que un buen libro de fotografía “primero tiene contener un buen trabajo fotográfico, segundo ese trabajo tiene que crear un mundo propio junto a el libro, tercero debe contar con un diseño que complemente aquello de lo que se está tratando y cuarto, debe hablar de un tema que genere un interés que perdure”. Un portfolio puede, pero no suele cumplir dichos requisitos, así que no cuenta como a lo que en este texto voy a llamar libro de fotografía. De hecho, creo (y casi espero) que los portfolios están destinados a pasarse al formato digital para poder ser vistos en pantallas, para poder contar con una mayor itinerancia y difusión y para poder abaratar al máximo los costes de producción. Aunque yo también soy de los que prefiere mostrarlo todo impreso y creo que nunca cambiaré la oportunidad de poder mostrar una copia a cambio de una pantalla, también creo que no tiene sentido imprimir y encuadernar un portfolio, ya que si lo que buscamos es añadirle un punto extra por el hecho de ponerlo entre unas cubiertas, nos confundimos totalmente. Imprimir y encuadernar unas cuantas fotos no aporta nada. Crear un libro de fotografía teniendo la edición, selección y secuenciación de unas fotos que funcionen en formato editorial, pensando en el diseño, en el formato del libro etc. y haciendo que todo ello vaya en una misma y sola dirección es lo que cuenta, es lo que lo que define al libro de fotografía. No pretendamos que basta con encuadernar una selección de nuestras mejores fotos, imprimirlas en un papel bonito y encuadernarlas entre tapas duras de tela, porque no es así. Con eso lo único que conseguimos es maquillar nuestras fotos y empobrecer el mundo de los libros.


A pesar de que el último párrafo me permite quitar todas esas publicaciones de difusión, la pila sigue siendo inmensa. Otra sección a eliminar, o al menos a poner en cuarentena, es la de las reediciones. A pesar de que ahora se publiquen más que antes, no las podemos considerar creaciones contemporáneas. A veces estas reimpresiones se hacen con éxito y aún cambiando el diseño o incluso algunas fotos de la primera edición, el libro cobra vida de nuevo (por eso estaría dispuesto a dejar pasar alguna excepción como libro actual). Otras veces se producen verdaderos descalabros que incluso acaban desprestigiando el trabajo original. En ambos casos, la reediciones son oportunidades de negocio para las editoriales que además permiten al consumidor de libros tener acceso a libros de descatalogados, así que todos contentos; pero sigo creiendo que la gran mayoría no son nuevos libros de fotografía, por lo que también los elimino del montón.

Instalación del trabajo Biografías de Alicia Martin

Aún así el número de libros publicados sigue siendo inabarcable. Incluso si nos pusiéramos muy intransigentes en cuanto a los requisitos que una buena publicación tiene que cumplir, seguiríamos contando con muchísimas. Más de las que podemos asumir, más de las que el micromundo global del libro de fotografía puede asumir. Es decir, sí, estamos viviendo una moda. ¿Es eso malo? Yo creo que no, creo que es una oportunidad. Creo que es una oportunidad que desde las editoriales, museos, instituciones, fundaciones, escuelas, asociaciones y fotógrafos amantes de los libros en especial tenemos que aprovechar para que cuando baje la marea un buen sedimento de cultura y conocimientos dejen una tierra fértil para las próximas generaciones.

Durante mi formación tuve la suerte de poder estudiar fotografía en diferentes escuelas de diferentes ciudades e incluso países, visité exposiciones, asistí a conferencias, talleres y clases magistrales... pero a pesar de todo casi nadie me explicó las oportunidades que el libro ofrece tanto al fotógrafo como al espectador, ni me contaron la importancia que ha tenido y tendrá en cuanto a la evolución de la fotografía se refiere. Como todos los de nuestra generación, lo hemos y estamos aprendiendo sobre la marcha. Por eso creo que deberíamos intentar asentar todos estos nuevos conocimientos, para que los que vienen inmediatamente detrás tengan ya esos recursos adquiridos y puedan establecer una cultura del libro que vaya más allá de una simple moda.