SOBRE COMO LARRY CLARK, NAN GOLDIN, WOLFGANG TILLMANS Y RYAN MCGINLEY DOCUMENTAN LA REALIDAD

No time for english version again. Sorry...

Últimamente me ha rondado la idea (bastante obvia la verdad sea dicha) de que el denominado “diario íntimo” es el género fotográfico que mejor ha documentado los últimos 50 años de historia. Como ya explicaba en un post anterior, creo que la fotografía documental tiene que reconvertirse y aceptar poco a poco su inherente subjetividad. Tengo la certeza de que el diario justamente está ayudando a dar ese paso y hoy en día es una de las disciplinas fotográficas que mejor representa la subjetividad aceptada. Creer en una sola, pretendidamente objetiva e inapelable historia de la humanidad, del arte o de la fotografía siempre me ha parecido demasiado pobre y simplista. Los diarios fotográficos nos muestran la intimidad de su autores desde la subjetividad extrema, incluyéndose en la mayoría de estos proyectos a ellos mismos en sus fotografías, ofreciéndonos así documentos muy valiosos de su día a día, que en definitiva funcionan como pequeños reflejos de problemas y escenarios sociales mucho más amplios. He llegado a la conclusión de que entenderíamos mucho mejor nuestro pasado si pudiéramos contar con los suficientes diarios fotográficos de nuestros antepasados, que estudiando libros de historia redactados y consensuados por historiadores y arqueólogos. Este post es un pequeño intento de desarrollar esa idea.

Portada de Tulsa de Larry Clark
Primera página de Tulsa con el texto de introducción

Tulsa“ de Larry Clark publicado en 1971 es el primer libro de ese género que tantos fotógrafos siguen explorando hoy en día. En ese trabajo se mostraba la vida de los jóvenes de una pequeña ciudad del medio oeste americano desde dentro y se exponía sin tapujos la violencia, el sexo y especialmente el consumo de drogas que rodeaban a ese grupo de amigos y conocidos del propio autor. La brutal sinceridad de ese trabajo y su coincidencia en el tiempo con una nueva actitud social de protesta, convirtieron a ese trabajo en un hito artístico y referencia para otros muchos creadores; Gus Van Sant recibió como regalo del fotógrafo Bruce Weber los libros “Tulsa” y “Teenage Lust” (segundo libro de Clark publicado en 1983) durante el rodaje de su película "Cowboy Drugstore" y siempre ha reconocido la gran influencia que los libros ejercieron en el film, Scorsese también ha declarado haber usado “Tulsa” para preparar “Taxi Driver”, del mismo modo que Coppola en el caso de “Rumble Fish” (La ley de la calle). Teniendo en cuenta que el libro también pudo haber sido una película documental, ya que Clark filmó con una Bolex algunas de las escenas cotidianas de su grupo de amigos (material que, por lo que sé, nunca se ha hecho público), no es de extrañar que este genio del audiovisual firmase “Kids”, su primera película como director unos cuantos años más tarde, contando con el propio Gus Van Sant como productor y una joven (escribió el guión cuando sólo tenía 19 años) y prometedora figura como Harmony Korine como guionista.

Doble página de Tulsa
Doble página de Tulsa

Pero volviendo al trabajo fotográfico de Clark, creo que hay que subrayar el tono de protesta que contiene ese trabajo. Las fotos se realizaron en la ciudad de Tulsa, Oklahoma, entre finales de los 60 y principios de los 70, décadas en las que en los EEUU aparecieron nuevos movimientos por los derechos civiles protagonizados por los hippies y las protestas contra la guerra de Vietnam (para la que el propio Clark fue reclutado). Era la primera vez en la que alguien diseccionaba la aparentemente perfecta y tranquila vida de las áreas residenciales de una ciudad media americana y en su interior encontraba aquello que la sociedad no quería mirar; una cruda y dolorosa realidad en la que las anfetaminas, la violencia, la prostitución, la cárcel, las armas y la policía eran asuntos cotidianos en ciertos sectores de la juventud. Y por si no fuera poco, ese nuevo e indigesto escenario se mostraba en primera persona, desde dentro, consiguiendo que el espectador no recibiese la información con la distancia del fotoperiodista, sino obligándole a entender las relaciones afectivas que existían entre las personas que aparecían en las fotos, haciéndole partícipe del sufrimiento, de la alegría, del odio y del amor que se puede vislumbrar en muchas de esas imágenes. Ese nuevo punto de vista interno, esa especie de autorretrato grupal de protesta es la clave del éxito de “Tulsa” y es por eso que se puede entender la gran influencia que tuvo y sigue teniendo en otros muchos autores.

Obviando a otros muchos, como Nobuyoshi Araki con quién colaboraría en un libro más adelante, diría que Nan Goldin dio el siguiente paso en el género; aportó nuevos aspectos técnicos como el uso de la fotografía en color y el flash que le ayudaron a subrayar lo vernacular de su conocido trabajo “The Ballad of Sexual Dependency” (La balada de la dependencia sexual). Originariamente mostrado como una  proyección de diapositivas de más de media hora acompañada de una variedad de canciones (precursora de algún modo de las proyecciones multimedia de hoy en día), este proyecto también exponía desde dentro las relaciones personales de un grupo de amigos, incluyendo a la propia fotógrafa en el Nueva York de los 70 y 80. Recientemente he podido disfrutar de la proyección en su totalidad (el libro del mismo proyecto no contiene ni siquiera la mitad de las fotos que el proyecto original) en la exposición Exposed que se puede ver en el Canal de Isabel Segunda en Madrid. Este trabajo nos permite observar en primera persona ciertos aspectos de la sociedad de aquel momento; la crueldad del SIDA, la realidad de las relaciones de pareja tanto hetero como homosexuales o el consumo de drogas, todo ello protagonizado por un grupo de jóvenes bohemios. Anteriormente, el paso de la fotógrafa por Provincetown (pueblo costero cercano a Boston eminentemente gay que, doy fe, aún hoy mantiene esa condición) le permitió conocer e intimar con una generación abiertamente gay entre los que se puede contar a algunas de las protagonistas de las películas de John Waters, además del conocido cineasta. Parece que el ejercicio de travestirse que ella documentó y que permitía a sus amigos convertirse en una nueva persona cada noche, inspiró a Goldin, quién a su vez sufrió una infancia poco grata en la que destacan el suicidio de su hermana cuando ella era sólo una niña, hecho que ha reivindicado reiteradamente como la motivación principal que le empuja a hacer fotos.

Cubierta de The Ballad of Sexual Dependency
Doble página interior de de Ballad of Sexual Dependency


En 1978 se traslada a Nueva York y es justo en esa época cuando estalla el punk en pleno Bowery, con toda la contracultura y reinvención social y estética que ello conlleva. Frente a la cruda denuncia de Clark, siempre se ha dicho, creo que con razón, que el trabajo de Goldin tiene un punto más narcisista que el de su predecesor. Gran parte de los amigos que aparecen en las fotos de Goldin también eran creadores y tengo la sensación de que, al compararlas con las de Clark, se percibe cierta actitud que hace que la denuncia pase a segundo plano.  De hecho, creo que el famoso autorretrato tras haber sido golpeada (diría que es su foto más conocida), además de denunciar la violencia (por parte su pareja en aquel momento, detalle que hace que la foto sea aún más cruda si cabe), demuestra cierta escenificación premeditada. Creo que Goldin utiliza expresamente su atuendo y peinado de fiesta ochentero para resaltar el contraste frente su rostro maltratado, es decir, de alguna manera consciente o inconsciente ha esperado/creado el momento perfecto para que aquello que quiere contar se entienda desde su propio punto de vista. Si hubiese sido Larry Clark, ¿alguien cree que hubiese dejado pasar la escena en la que el imbécil del novio de Goldin le estaba pegando sin sacar ninguna foto durante la acción o justo después? Pero cuidado que no creo que eso le quite ningún valor ni importancia, sólo trato de mostrar  las diferencias. Uno documentó su vida reaccionando de una manera más directa e impulsiva mientras, que la otra fue capaz de gestionar esas circunstancias para que fueran a favor de sus ideas y su actitud.

Si seguimos adelante en la línea cronológica del diario íntimo, saltando muchos nombres (seguramente demasiados) podríamos llegar hasta Wolfgang Tillmans. De este fotógrafo alemán erróneamente se ha dicho que saltó de la fotografía comercial a la artística, como si fuera un fotógrafo de moda que en un momento dado decidió dejar de hacer catálogos y editoriales de moda para dar el salto a las galerías. Esa simplificación errónea de su trayectoria no tiene en cuenta que la publicación de sus fotografía en revistas de moda, eran parte de una estrategia postmoderna (heredera del Pop Art) de mostrar su trabajo, que consiste en romper las estructuras jerárquicas del medio, colocando a la misma altura a galerías, revistas y libros. Desde su web se puede descargar una interesante (aunque un poco densa) entrevista en español en la que explica este proceso entre otras cosas.
 
Alex&Lutz Holding Each Other
Wolfgang Tillmans, 1992
Dan
Wolfgang Tillmans, 2008


3rd Moscow Biennale of Contemporary Art,
Wolfgang Tillmans, Moscow 2009
Esa postura queda aún más clara cuando se visitan sus exposiciones y vemos como mezcla con toda intención fotos enmarcadas, con fotocopias, o impresiones a diferentes calidades y tamaños.  Entiendo que la inclusión de Tillmans en este post sobre fotógrafos que realizan diarios fotográficos puede despertar dudas, ya que el autor no buscó en ningún momento denunciar ni destapar aquello que le rodeaba en primera persona. De hecho, aunque la mayoría de las fotografía que tomo en los 90 y principios del 2000 tenían como protagonistas a su círculo de amigos gays, muchas de las fotografías fueron escenificadas. La razón por la que lo incluyo es porque creo que es el que mejor describe el paso que dio la fotografía en concreto, y la sociedad en general, desde esa actitud visceral del punk y hacia la intensamente conceptual postmodernidad. En cualquier caso, ese puente que tendió Tillmans entre trabajo comercial y artístico, también lo transitaron otros como Corinne Day, con sus fotos de modelos en la intimidad o Juergen Teller con su proyecto “Go Sees”. Un lazo que la moda absorbió sin pensárselo demasiado en revistas como la inglesa I-D donde publicitaron la estética grunge, que llegó hasta el punto de que el mismísimo presidente Clinton denunciase en un discurso las prácticas de las revistas de moda de la época, que publicitaban sin miramientos la imagen de la adicción a la heroína (que Clark y Goldin ya habían mostrado como denuncia años antes) bajo la etiqueta de “heroin chic”.

El cuarto y último diario fotográfico del que voy a hablar, una vez entrados en el segundo milenio, es el de Ryan Mcginley. Siguiendo los pasos de Goldin fotografió a sus amigos teenagers de Nueva York y acertó organizando su propia oportuna exposición de aire “indy” en un espacio semi abandonado que hasta entonces ocupaban algunas de las galerías más importantes de la ciudad, justo en el momento en el que estas se trasladaban fuera del Soho. Al mismo tiempo se autoeditó un libro del mismo proyecto titulado “The Kids Are Alright” que vendió en la misma exposición y envió a editores de revistas para buscar trabajo y a artistas que admiraba (como la propia Nan Goldin o Larry Clark). Esas fotos que retrataban la vida de su grupo de amigos adolescentes algunos abiertamente homosexuales, skaters, músicos y grafiteros despertaron el interés de marchantes y comisarios y que le ofrecieron la oportunidad de ser el artista más joven en disfrutar de una exposición en solitario en el Whitney Museum of American Art. Sylvia Wolf, la que fuera comisaria del Whitney en aquel momento dijo en una entrevista: 

“Sus sujetos están actuando para la cámara y explorándose a ellos mismos con una aguda autoconsciencia que es decididamente contemporánea. Entienden la cultura visual, son muy conscientes de cómo la identidad puede ser creada además de comunicada. Son voluntarios colaboradores”

(Me permito la nula modestia de recordar que este párrafo ahonda en la idea que ya desarrollé en un post anterior, destacando que las nuevas generaciones se han formado un criterio y saben utilizar la subjetividad de la fotografía a su favor.)

Instalación de la exposición "The Kids are Alright"
 Ryan Mcginely, 420 W. Broadway, NY 2000
Doble página del libro "The Kids are Alright"
autoeditado por Ryan Mcginley, 2000

Creo que esa frase deja claro que Mcginley fue el precursor de todas esas fotografías que vemos hoy en día en las redes sociales. Autorretratos o retratos posados de gente en situaciones que eligen compartir con sus “amigos”, siendo capaces así de crear nuevos “perfiles” de sí mismos que no tienen porque ser fieles a la realidad. Con esto no digo que las fotos de Mcginley sean todas falsas, de hecho la mayoría que forman parte de ese proyecto son rigurosamente reales; ni tampoco digo que fueran hechas con móviles o cámaras digitales compactas, sacó todas las fotos con una cámara de 35mm. Digo que es la primera vez que aquellos que aparecen en un diario fotográfico son plenamente conscientes de que les están fotografiando y actúan frente a la cámara sin que el fotógrafo tenga que dirigir la escena, que sería lo que conocemos como “fotografía escenificada”. Por si no fuera poco profetizar, Mcginley desarrolló una estética que busca lo aparentemente casual por medio de dobles exposiciones, fotos movidas, entradas de luz o grandes dominantes de color...supongo que a más de uno le sonará alguna aplicación fotográfica para teléfonos que aplica filtros tergiversando los colores de las fotos digitales para darles la sensación de algo más vivido, más amateur o simplemente más bonito. Hablando de su proyecto “Irregular Regulars”, para el que fotografió cientos de conciertos del cantante Morrisey alrededor del mundo, cuenta como una vez se le cayó la cámara al suelo con la “buena” suerte de que esta se abrió, permitiendo que la luz y el color del propio show bañara la película y consiguiendo como resultado imágenes con fuertes dominantes que le permitieron evocar sensaciones que una fotografía directa seguramente no podría. Lo curioso de Mcginley es que una vez obtenido el reconocimiento por su trabajo inicial, decidió llevar aún mas lejos las poses de sus amigos, llevándoselos consigo (incluyendo también a veces a modelos o a personas que no son necesariamente amigos) a largos viajes en coche o estancias en casas de campo durante las cuales realizaba miles de fotografías en situaciones y acciones totalmente premeditadas y controladas. Por la descripción parecerá que hablamos de autores como Gregory Crewdson o Jeff Wall, pero nada más lejos de la realidad, ya que Mcginley propone que, a pesar de todas esa preparación y escenificación, ayudados por esa estética amateur y retro, nos tomemos esas imágenes como verídicas. Muestra siempre gente joven, atractiva, predominantemente andrógina, generalmente desnuda, en espacios idílicos, en movimiento e inmersos en una especie de verano sin fin en el que la vida parece ser una eterna celebración (incluyendo bengalas y fuegos artificiales). Creo que no seré el único que al comparar esa puesta en escena con la falsa sensación de bienestar en la que vivimos durante los primeros años del segundo milenio hasta la explosión de la crisis económica mundial entre los años 2007 y 2008, intuya parecidos más que razonables y nexos de unión que no se pueden obviar.

Hysteric Fireworks, 2007
Ryan Mcginley
Running Field, 2007
Ryan Mcginley

















Ann, Windy Truck, 2007
Ryan Mcginley
Blue, Moon, 2008
Ryan Mcginley













Llegados a este punto sólo me faltaría intentar adivinar cual será la nueva propuesta que aquellos que practican el llamado “diario íntimo” desarrollarán durante los próximos años, ya que doy por hecho que éste es un género fotográfico totalmente asentado y con una capacidad de renovación ilimitada. Supongo que las consecuencias del despilfarro de años anteriores y de la gran crisis económica actual se verán reflejadas en esas imágenes que están por venir y que la estética volverá a dar un giro hacía algún otro lado totalmente impredecible. Aunque también creo, y justamente por eso me encanta la fotografía, que decir eso ya es mucho suponer.

13 comentarios:

  1. Es un artículo realmente fantástico. Enhorabuena.

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  2. Es preciosa la historia de la cámara que se abre y entra la luz del espectáculo. Genial post y buen párrafo para acabar.

    Gracias.

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  3. Felicidades. Una amiga me ha pasado el artículo y lo he leído con muchas ganas. ;)

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  4. Me he quedado pegada a la pantalla, sin poder dormir! Muy bueno el articulo!

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  5. El futuro del "diario fotográfico" bien podría ser una edición/selección de entre las millones de imágenes de redes sociales. Un trabajo hercúleo para hablar de miles de individuos como ente unificado y sin peculiaridades reales.

    Pagado por facebook, instagram o similares, claro.

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  6. Buena propuesta! No me extrañaría que más de un postfotógrafo esté en estos momentos rastreando google images para llevarlo a cabo. Pero me temo que entonces aquellos para los que la apropiación y la manipulación digital no es fotografía diran que eso no es un diario... En cualquier caso, si alguien se anima a hacerlo, que por favor que cite a Olmo González como el autor de la idea original!

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  7. Hola Jon:
    Impresionante artículo y tremenda disección. Me ha encantado.
    Sobre el libro de Goldin y la famosa foto de la que hablas, aún existiendo una puesta en escena, hay un punto de desafío en esa foto que la resalta y siendo (esto es opinión personal) quizá, más violenta que si ella hubiera disparado la cámara cuando la están zurrando.

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  8. Gracias! Totalmente de acuerdo con lo que dices del autorretrato de Nan Goldin. Creo que aunque hubiera disparado otra foto en el momento en el que le pegaba su novio, esta seguiría siendo mucho más impactante. Lei una entrevista o un vídeo en el que decía que se hizo esa foto y la colgó en su habitación para recordarse a si misma de lo que era capaz el imbecil de su novio y así nunca más volver con el. Creo que esa sangre fría y esa capacidad de utilizar la fotografía como terapia es algo a reivindicar en Nan Goldin.

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  9. Que alegría poder leer un artículo así en la internet. Me interesa bastante el tema de las biografías fotográficas y la construcción de la verdad/representación social, más por la infinita capacidad de creación que permiten. Empezé una análisis a partir de lecturas antropológicas, pero creo que hay mucho que escribir. http://photosynthesist.wordpress.com/2013/04/04/autobiografias-fotograficas/
    Gracias!

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  10. a mi ver tillmans y mcginley no están a la altura de sus predecesores, más bien a la altura de la frivolidad y el vacío. Nan, para mi, es enorme, enorme, dudo mucho que quisiera denunciar ninguna realidad, creo que va mucho más allá de eso, lo mismo que Larry, el visceral, obsesionado con la adolescencia. hay una cita en uno de sus libros que habla para mi de su punto de vista: "the artist, as the criminal, is a social explorer". pensemos en Borroughs, o en Kerouac, Henry Miller o Ferdinand Celine, quiero decir, en la literatura, como claro impulsor del diario como exploración poética, explosiva, rabiosa, indecente y bella de la realidad.
    sucesores más dignos me parecen jacob aue sobol (más allá de sus deudas con petersen y moriyama) o atoine d'agatha, al menos por su implicación con lo que fotografían. a pesar de que ame mucho más el trabajo de ackerman, que aunque tiene mucho de diario creo que es totalmente inclasificable.
    qué rabia haberme perdido el pase de diapositivas de nan. espero que al menos fuera solo un vídeo y no las mismas diapositivas.

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    1. Hola, el texto no trataba de hacer una selección de los mejores autores del diario íntimo, sino más bien de trazar una línea explicando como ha evolucionado esa práctica fotográfica destacando a aquellos que creo que han aportado algo nuevo en su momento. En cualquier caso, te agradezco tu opinión y que aportes más autores que tienen procesos de trabajo cercanos a algunos de los comentados más arriba.

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  11. lo entiendo, por eso quería hacer un inciso, yo tampoco quiero referirme a los mejores. en el trabajo de nan hay un punto de fashion photoshoot, y creo que tanto tilmans, a quien conocí en cierta ocasión y me pareció enormemente frívolo, como mcingley siguen más esa línea que la del diario, sobre todo en lo estético, pretendiendo que es diarístico cuando es otra cosa.
    me parece valioso lo que cuentas pero creo que son autores que no se pueden comparar, tampoco por lo que han aportado. se que a nan le gusta mucho el trabajo de petersen, hay una humanidad profunda y conciencia de lo trágico.
    tampoco quiero ser excesivamente crítico, por que he disfrutado tu artículo, pero es que la fotografía diarística es algo que me obsesiona desde hace mucho y uno de mis temas favoritos, además de que creo que el diario es algo implícito en la propia fotografía.

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