¿Quién publica un libro de fotografía?

Puede parecer que ya no queda nada más que decir sobre los libros de fotografía. Siempre estamos con lo mismo: discutiendo si estamos en una nueva de edad de oro o no, que si se trata de un mundo endogámico y tenemos que buscar nuevo público, que si la calidad de los libros ahora es mejor o peor… Son debates para los que creo que hace tiempo que buscamos soluciones, pero solo encontramos respuestas, y por eso me empiezan a aburrir. Tengo mi opinión sobre estos asuntos que ya he comentado en diferentes lugares incluidos posts en este blog, en las redes sociales o en diferentes charlas y debates públicos, así que os las voy a ahorrar.

Pero de lo que no oigo mucho hablar, fuera de algún indignado grupo de whatsapp y corrillos de amigos cercanos en bares, es de las condiciones que editoriales, ya sean estás tradicionalesindependientes, a veces imponen y otras veces pactan con los fotógrafos. O de los acuerdos y porcentajes que las distribuidoras y librerías cobran por ejemplar. Tampoco oigo admitir en público a los fotógrafos su ingenuidad o su astucia en esos contratos, que por cierto sí que me consta que raramente son firmados. Parte de esta situación viene dada por la inexperiencia de muchos de los actores del mundo del libro de fotografía, ya sean estos fotógrafos o editores independientes recién llegados. La otra parte viene por su situación de inferioridad en lo que a conocimientos del sector se refiere, frente a aquellos que han hecho del mundo de los libros de fotografía su oficio. Porque aunque estoy de acuerdo con que no te haces rico publicando libros de fotografía, sí que hay gente que vive de ello y tampoco debemos olvidarlo, ni dejar de reivindicarlo. Al mismo tiempo, definiciones de oficios y funciones relativas a los libros de fotografía se mezclan e intercambian dependiendo de los intereses y/o la desidia de sus protagonistas. Existen unos cuantos glosarios online que delimitan profesiones, herramientas, materiales etc. pero me da la sensación de que están siendo tergiversados, al mismo tiempo que se les nota faltos de nuevas acepciones y categorías.

Vivimos en un contexto en el que el abaratamiento de los procesos de producción, distribución y difusión de los libros ha causado un terremoto en el sector. Las casas que mejores cimientos tenían han aguantado la fuerte sacudida, mientras que toda una serie de empresas –incluyendo editoriales, imprentas y distribuidoras– han desaparecido. Hasta aquí podría parecer una especie de limpieza natural, pero nada más allá de la verdad, ya que desde las grietas del terremoto han florecido toda una serie de nuevas editoriales, imprentas digitales y distribuidoras online que han conseguido que hoy se publiquen más libros de fotografía que nunca. Como ya sabemos, lamentablemente, el terremoto por ahora no ha traído consigo nuevos compradores, por lo que tenemos más oferta que demanda. A partir de aquí tenemos un escenario que se presenta de la siguiente manera: por un lado existe un reducido número de personas y empresas con experiencia en un mercado que ya no existe, con una estructura y mentalidad empresarial obsoleta pero que tratan de reinventarse y adaptarse al nuevo contexto. Y por otro a un grupo muchísimo más grande de gente con muchas ganas, sin nada que perder y con poca o ninguna experiencia. A esto debemos sumarle que no hay ninguna entidad o institución con autoridad ya sea legal o moral que intente poner orden, a pesar de que esas dos facciones están condenadas a entenderse.

No se que os parece a vosotros, pero a mi no me extraña que esta mezcla explosiva este dando resultados inesperados para bien y para mal, al mismo tiempo que deja a unos cuantos damnificados por el camino. Con este texto pretendo intentar aclarar al menos un poco la situación, ya que creo que puede ser de ayuda para los recién llegados, de guía para los despistados y de toque de atención para los aprovechados. Dicho esto, seguramente soy el menos indicado para hacerlo porque solo me he autoeditado una vez, dentro de un grupo grande y en el contexto de un taller donde pude delegar en gente con mucha más experiencia que yo. Tampoco he trabajado en ningún libro con ninguna editorial tradicional. Aunque quizás justamente por eso tampoco tengo nada que perder y me permito escribir a partir de oídas con la intención de provocar reacciones. Quedándome a la espera de correcciones y puntualizaciones en los comentarios por parte de voces autorizadas.

Si analizamos todo el proceso de publicar un libro por fases podemos ver cambios en cada una de ellas. En la financiación predominan los libros cofinanciados frente al escenario anterior en el que lo normal era que una editorial, institución o fotógrafo pusiese todo el dinero. En esas inversiones –no olvidemos que poner dinero para publicar un libro es siempre una inversión que tiene su riesgo– hoy en día se pueden y se suelen unir fuentes públicas, privadas y personales incluyendo además múltiples nacionalidades. Es curioso que en esos casos las instituciones y editoriales son las primeras en destacar su aportación, mientras que el propio autor tiende a evitar o incluso ocultar la suya. No se si se trata de que aún no hemos encontrado la manera de definir ese papel con pocas palabras o si se trata de pudor –por aquello de no solo lanzar preguntas y aportar alguna propuesta, propongo definir como financiación mixta aquella que cuenta con dinero del propio autor y de terceros, frente a la autofinancición proveniente únicamente del propio autor y la financiación a secas, que sería la clásica, la que viene solo de terceros. No creo que a priori nadie deba avergonzarse por pagarse ni parte, ni la totalidad de su libro. Tal y como han demostrado las nuevas generaciones, la autofinanciación y la autoedición ofrecen una libertad creativa y crítica que es muy difícil de encajar en según qué contexto. Por lo que se trata de una opción deseable y no de una especie de última posibilidad de perdedores, como algunos aún hoy en día siguen creyendo. Lo curioso es que dentro de esa misma nueva generación, cuando se trata de financiaciones mixtas, dinero propio y ajeno, incluso en el caso de libros premiados y reconocidos, los autores no hacen hincapié en su función de autofinanciadores. Financiar un libro quiere decir arriesgar dinero, tiempo y esfuerzo desde cero, creer en que una serie de ideas pueden acabar siendo una publicación que merece la pena. Y por eso creo que, junto con quién pone la creatividad, deberían ser los dos actores a reconocer y premiar en la consecución de un buen libro.

Sigamos con la fase de edición, una palabra aunque quisiese no podría tener más acepciones en el mundo de la fotografía y sus libros. Ahora no hablaré de la edición como herramienta de postproducción digital, ni como proceso de selección y secuenciación de imágenes. Tampoco de una colección de libros, ni de las sucesivas tiradas de un periódico ni nada parecido. Sino del proceso en el que se toman las decisiones sobre como va a ser un libro. Y para empezar creo que es importante decir que aportar dinero no quiere decir editar. Por utilizar un ejemplo más o menos conocido, La Kursala ha contribuido con fondos a un montón de libros, pero no los ha editado y justamente es entonces cuando ha cosechado algunos éxitos. Es la única institución pública que ha apoyado económicamente la autoedición y edición independiente de forma continuada y le ha salido bastante bien –espero que tomen nota los que tiene que hacerlo. Dentro de esa etiqueta de la “edición independiente” en los últimos años han surgido nuevos perfiles para los que aún tampoco he encontrado definición. Se trata de gente con experiencia en la edición, que no cuentan con una estructura porque nunca la tuvieron o porque no la pudieron sostener, pero que ofrecen sus servicios y conocimientos a aquellos que se adentran en la autoedición faltos de experiencia. Suelen simultanear esos encargos con trabajos desarrollados para editoriales e instituciones que buscan acercarse a los nuevos tiempos. Como los llamamos? Editores independientes? Consultores? Directores de arte? Ignasi López, Gonzalo Golpe, Román Yñán, Eloi Gimeno –todo tíos, sí– podrían ser ejemplos de estos perfiles para que nos entendamos. Teniendo en cuenta que un fotógrafo ni suele, ni está obligado a entender sobre procesos, materiales, diseños editoriales, creo que es importante definir esta figura para que pueda ser conocido y reconocido.

La tercera sería la fase de la distribución, donde también cabe alertar a propios y extraños que distribuir no quiere decir ni editar, ni financiar. Editoriales grandes o intermedias que cuentan con infraestructura de distribución –ya sea esta propia o subcontratada–, tienen como práctica habitual ofrecer distribución a cambio de integrar en su catálogo aquellas publicaciones por las que no apuestan aportando capital, pero no quieren dejar escapar. El fotógrafo se busca las castañas del fuego para pagar el libro pero delega la tediosa distribución en la editorial. Aquí es muy importante dejar claro el papel de cada parte, ya que empieza a ser sospechosamente recurrente la situación en la que editoriales que a priori ofrecen distribución, a posteriori se atribuyen el merito de haberlo publicado. La confusión, interesada o no, viene aliñada por la fina línea que separa la distribución de la difusión –marketing en términos preinternet. Las editoriales que cuentan con infraestructura, suelen tener un plan de prensa y comunicación asociado a la distribución. En ese plan se incluye la participación en concursos, el envío de ejemplares a “líderes de opinión”, blogueros y la prensa tradicional. Es habitual que cuando los periodistas reciben un libro enviado por la distribuidora de una editorial, directamente asuman que ha sido esa editorial la que lo ha publicado, a pesar de que quizás el acuerdo con el autor solo tenga en cuenta la distribución. Y más de lo mismo cuando una institución recibe la inscripción de un libro de cara a un premio. Ante las grandes lagunas a la hora de definir quién ha publicado ese libro, tienden a otorgar el mérito a quién se lo ha enviado, a pesar de que en ambos casos ellos tienen la responsabilidad de verificar esa información. Especialmente teniendo en cuenta que van a ser ellos, tanto el periodista como la institución, quiénes la hagan pública.

Otra opción habitual hoy en día es la autodistribución, seguramente la fase más engorrosa de autopublicar, ya que obliga a continuas visitas a oficinas de correos y caminatas con mochilas llenas de libros de librería en librería, por no hablar del espacio necesario para almacenar todos los libros. Eso sí, a cambio ofrece saltarse un intermediario, el distribuidor, por lo que se recogen más beneficios por ejemplar. La tercera posibilidad serían las distribuidoras/tiendas online, que aunque suene paradójico, también suelen contar con un espacio físico de venta al público. Es habitual que en estos casos haya un filtro por parte de los que dirigen este tipo de negocios a la hora de escoger qué libros vender, ya que de esa manera fidelizarán a los compradores afines a sus gustos. Obviamente, y como en cualquier librería, se llevan un porcentaje por cada ejemplar. Empieza a ser habitual que estas distribuidoras/tiendas acaben dando el paso a convertirse en editoriales aportando parte o toda la financiación de nuevos libros e implicándose también en la edición.

No se si he sido capaz de expresarlo, pero la conclusión es que nos encontramos en un escenario altamente complejo e hibridado, en el que los diferentes roles que toman parte en la publicación de un libro se intercambian continuamente.  Aparecen y desaparecen nuevos fórmulas de financiación y organigramas de trabajo. Llegados a este punto, y teniendo en cuenta todo lo dicho, propongo una pregunta: qué significa publicar un libro de fotografía? A quién nos dirigimos cuando decimos que lo ha publicado? A su autor, a quién ha puesto el dinero, al editor…? La respuesta es compleja, yo reitero que otorgo el mérito tanto a quién apuesta tiempo y/o dinero, como a quién aporta la creatividad, aunque agradecería diferentes puntos de vista. Soy consciente de que he empezado descartando otros temas por aburridos, cuando este posiblemente lo sea más por lo intrincado y metaeditorial. Pero creo que no es una cuestión baladí, ya que en un contexto en el que los libros de fotografía pueden suponer la visibilidad, el lanzamiento o la definitiva confirmación de la carrera de un autor o de la reputación de una editorial, todo este tipo de cuestiones a las que no damos importancia, se convierten en fundamentales.

2 comentarios:

  1. Esta tarde subiendo en el bus estaba pensando sobre tu post y sobre esta permanente confusión de roles / nomenclaturas entre editor, publicador, etc.

    Hace tiempo que tengo algunas intuiciones al respecto (estoy seguro que algo de eso está escrito por algún historiador ilustrado y estoy convencido que se ha estudiado bien). Aun así, quiero escribirlo para ordenar ideas.
    Me centro en estos dos conceptos ya que el resto los veo claramente diferenciados y éstos son los que han llevado tradicionalmente a más confusión.


    Editor: Figura imprescindible en el proceso de creación de un libro. Asesora, acompaña, ayuda a dar orden y sentido a la obra de un autor. Toma decisiones creativas junto al autor. En consecuencia es una figura que ejerce control y tiene poder de decisión, basado en el intelecto, el conocimiento y su cultura previas.

    Publicador / publisher: Figura imprescindible en el proceso de creación de un libro. Produce "la película" cómo quien dice. Es decir, hace posible que una obra (de un autor o autores) bien editada (por un editor o autor-editor) pueda ver la luz en un mercado real a través de medios de producción profesionales. Ya sea buscando la financiación, propiciando coproducciones o relaciones entre roles técnicos-logísticos que posibiliten que esta obra sea publicada. También toma decisiones. En consecuencia también es una figura que ejerce control y tiene poder de decisión , en este caso basado en el conocimiento experiencial, la economía, la logística y los contactos en mundo cultural e industrial.

    Dejando de lado las obras en las cuales un autor es editor y publicador, las ideas que me asaltan son las siguientes:

    -En el mundo anglosajón siempre han tenido claras las diferencias entre Editor y Publisher
    -En el mundo latino NO.

    Pienso que hubo algún momento en el cual la figura del editor-publicador fue muy fuerte en el mundo latino. El que tenía el poder económico y los contactos para publicar también tenía la cultura y el conocimiento para orientar, clasificar y decidir cuestiones creativas junto al autor (de cualquier ámbito creativo). Si esto ocurrió, no sé porqué no tenía que ocurrir en el mundo nórdico. En cualquier caso el "mundo editorial" se llamó así por algo y no se llamó "mundo publicacional" ;-)

    El caso es que ahora, como comentas en tu post, Jon, estos conceptos continúan confusos muchas veces. Personalmente veo muy claras sus fronteras y no se me ocurre otra hipótesis para confundirlos que la siguiente. Es sólo una hipótesis:

    Actualmente muchos editores tienen el conocimiento para orientar, asesorar y decidir junto al autor pero no tienen el poder económico, logístico o los contactos suficientes para publicar.

    Actualmente algunos publicadores tienen la sensibilidad, el dinero, los contactos o la logística para publicar trabajos previamente bien editados, y en algunos de esos casos no han tenido la creatividad o la oportunidad de ser editores del mismo.

    Si entre estas dos figuras hay un conflicto de decisiones / roles / egos creo que fácilmente puede inclinarse la balanza hacia el que tiene más poder económico y contactos en los media, etc.

    Quizás, entonces, la figura del publicador quiera tener de algo más de "prestigio intelectual y cultural" y le guste ser considerado editor del mismo.

    Quizás esta hipótesis no sea cierta pero encaja en bastantes casos.
    O quizás no sea así y sean sólo confusiones.

    En fin, lo dejo escrito y si queréis lo comentamos.
    Un abrazo fuerte!

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  2. Hoy en día no solo se mueve la calidad de la fotografía sino el nombre y el dinero que puedes llegar a hacer, así cada vez es más difícil hacerse un nombre

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