VALE YA

Con tristura me pregunto por qué la fotografía tiene que seguir alimentando exposiciones que vacían de contenido los trabajos que las articulan. Cualquier excusa vale para elegir una veintena de fotógrafos, filetear sus proyectos y cocinar una insípida sopa repleta de correosos tropezones. Las patologías de este virus que afecta especialmente a las nuevas generaciones emergentes son bien conocidas. La primera es que la curadoría se basa en nombres y no en ideas, da absolutamente igual de qué habla cada artista, lo importante es acertar y contar con los que tienen que estar. Y digo acertar, porque lo habitual es que los encargados de este tipo de propuestas sean personas ajenas a la escena en la que irrumpen dando palos de ciego, cops al ull. Acertar en estos casos quiere decir tener una equilibrada mezcla entre emergidos y emergentes, a quienes podemos identificar clarísimamente en las abismales diferencias en el tiempo y el interés que han puesto en sus respectivas instalaciones. Para los primeros ya es la enésima exposición de este tipo y están curados de espanto (nunca mejor dicho). Suelen tener las piezas producidas y ya saben que lo único por lo que les merece la pena estar es por tratar de mantener su posición y en el mejor de los casos recibir algo de dinero. Es importante recordar en este punto para quién aún piense lo contrario, que los emergidos en muchos caso siguen formando parte del precariado. Los recién llegados en cambio se gastan ese algo de dinero, su tiempo y su esfuerzo en producir e instalar sus propuestas de la manera más creativa posible. En el mejor de los casos ese evidente desequilibrio se corrige desde la curadoría. En el más habitual de los casos no. Es entonces, en ausencia u omisión de una intermediación autorizada, cuando el mejunje de instalaciones resultante expone diferencias abismales y los autores desconocidos se ven de alguna manera obligados a competir con su arrojo contra el reconocimiento con el que los consagrados ya cuentan. Y la exposición convierte en una feria de vanidades donde las opiniones de los visitantes girarán en torno a las diferencias entre este y aquel, y comentarios como “tú instalación es la mejor” serán habituales...mientras que las poéticas, las estéticas o las cuestiones que cada artista trataba de lanzar caerán en saco roto.

Vale que Taschen publique el libro de las tetas o de los penes, somos muchos los que esperamos con ansiedad que estén trabajando ya en la serie de los culos, los pedos y el pis, también en 3D. Vale que (siempre que sea con su dinero o con el de cualquier otra persona y no el nuestro) quién sea decida crear un directorio de creativos de tendencias en el que el único nombre que sobresale es el de justamente la persona que lo ha ideado; para algo es la creativa más relevante de esa “cultura sexy” que ella misma acuñó. Pero vale ya de exposiciones con dinero público sobre nuevas generaciones sin mas intención ni dirección que la de hacer una lista de quién es quién. Entiendo que en otras épocas la reivindicación de la profesión fuese importante y que algunos esfuerzos lamentablemente encallados por la inoperancia política nazcan ya caducos. Pero en un mundo en el que la canónica rigidez de la historia se diluye en un sano y constante cuestionamiento y la imagen por fin se expande más allá de los límites de la privilegiada autoría de unos pocos, ningún índice ya sea expuesto, impreso, ni menos aún online, tiene sentido ni utilidad. Y a pesar de que no puedo negar que vivimos en tiempos en los que la banalidad es parte muy presente de nuestro día a día ¿quién a estas alturas no es consciente de que al mismo tiempo vivimos en una época en la que hay tanto sobre lo que pensar y trabajar que lo que justamente nos falta es el tiempo y las presencia de personas con la capacidad para organizarlo, presentarlo y cuestionarlo? ¿Es quizás lo inconmensurable de dicha tarea lo que hace que aún estemos rodeados de propuestas que ensalzan la autoría y su pretendida legitimidad por encima del contenido a tratar? Este escenario me resulta especialmente triste de cara a aquellos que se incorporan ahora (más allá de la generación a la que pertenezcan), ya que heredan un modelo anacrónico que seguro sirve para fines propagandísticos y mercantilistas, pero que en ningún caso tiene utilidad para quién desea trabajar con las posibilidades que ofrece la imagen como herramienta para la expresión personal y/o el cambio social.

13 comentarios:

  1. Muy lúcida tu reflexión y tristemente cierta; te felicito.
    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Es cierto todo lo que dices. Posiblemente la solución se sitúe en generar canales alternativos desde los propios "fabricadores de imágenes" emergidos o no, sin miedo a la autopromoción o al desprestigio, y saliendo de la dictadura curatorial, utilizando la imagen contemporánea para lo que es: expresión de ideas.

    ResponderEliminar
  3. Y si las piezas de los artistas no tuvieran mas nombre que el del anonimato?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Siempre que la exposición busque decir algo al reunir esas imágenes ningún problema.. Quizás la exposiciones no deberían anunciar el nombre de los autores, sino como mucho el título de sus imágenes

      Eliminar
    2. Es el momento de abrir nuevas direcciones y propuestas que actualicen la exposición en pro a la humanidad colectiva, fuera de la individualidad del mercado.
      Que se les pague e incentive a los artistas vivos y no a los muertos, pues estos ya no tienen que comer y pagar un techo.

      Eliminar
  4. Peor, o en la misma línea, es el caso de los libros recopilatorios tipo "100 fotógrafos que debes conocer" que se financian directamente por medio de las aportaciones de esos mismos fotógrafos, medio o totalmente engañados con promesas de difusión en galerías, comisarios, etc.

    ResponderEliminar
  5. Es evidente Jon que tu reivindicación no por ser nueva en el contexto donde hablamos (producción fotográfica actual en España) deja de parecer familiar... Es obvio que la producción cultural adolece (ha adolecido siempre desde nuestra democracia moderna) de una dependencia institucional excesiva y como muy bien dices argumentando muy parcialmente su necesidad... En todo caso, sería interesante poner encima de la mesa la urgencia de nuevos modelos de producción, distribución y enseñanza -incluso- de la disciplina de la fotografía aquí, en España. Tampoco es nuevo, nada nuevo, esto que afirmo. Pero viendo como en los últimos treinta años, únicamente la producción subalterna de nuevos discursos y lenguajes ha llegado, en gran parte, de la mano de la explosión (auto)editorial cabría la posibilidad de tomar distancia y pensar por que ese modelo ha sobrevivido (sic) a los avatares de la superinstitucionalización endémica de nuestro sistema artístico y cultural. Pongo esa muestra para una futura y urgente discusión. Ahora que se avecina la resaca de la fiesta y todos y todas buscamos un horizonte de sentido que dote a nuestros trabajos de una naturaleza compleja e inteligente.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. el modelo editorial independiente no ha sobrevivido (si lo he dicho yo, me retracto ahora mismo), sino que se ha autogenerado ante un escenario institucional cerrado a cal y canto. Y la respuesta a tu pregunta de por qué es el medio elegido frente al expositivo creo que es clara: primero porque se puede autogestionar de principio a fin, segundo porque sus costes son mucho más baratos ya que no necesita de un espacio (con lo que todos sabemos que cuestan ya no solo los espacios expositivos, sino incluso las viviendas en España), tercero porque de cara al público el autor entrega un producto material a un precio relativamente asequible, mientras que en lo expositivo ofreces una experiencia efímera sin retribución a no ser que el visitante compre una pieza, cuyo valor en ese caso rara vez se acerca al precio que puede tener un libro. Es decir, en un caso entregas un producto material que viaja, que no se acaba una vez creado, que requiere de una inversión hasta cierto punto asequible y que por tanto puedes realizar de manera independiente. Mientras que en el otro ofreces una experiencia que se acaba, que rara vez se retribuye y que suele necesitar de un espacio del que pocos autores disponen.

      Eliminar
  6. Puedo estar de acuerdo contigo, Jon. Pero, en todo caso, ¿debemos renunciar a la producción de experiencias (aunque sólo sean en una sala de exposiciones...), debemos renunciar a la posibilidad de mostrar trabajos que no estén únicamente diseñadas para el medio editorial? En cierto modo, la discusión seguiría abierta: repensar cómo producir imágenes, cómo enseñarlas, cómo entenderlas y hacerlas entender.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, sí en eso estoy absolutamente de acuerdo. Del mismo modo que los proyectos editoriales buscaron vias do it yourself de avanzar, también se deberían repensar los proyectos curatoriales y expositivos. Dentro del ámbito de lo fotográfico ha habido alguna iniciativa en ese sentido y aunque sea modestamente, pero desde Widephoto también lo estamos intentando, aunque aún queda muchísimo por hacer.

      Eliminar
    2. Coincido, sí, en la garantía de vuestra tentativa y en la necesidad de seguir trabajando. Se agradece un contexto como éste para poder intercambiar pareceres y posiciones!

      Eliminar
  7. Muy de acuerdo con tus palabras, antes quizá no se sabía tanto el nombre porque se buscaba más la calidad de la fotografía, ahora parece que es completamente al revés

    ResponderEliminar
  8. Ahora mismo se está preparando una exposición de nuevas generaciones en el Canal Isabel II con 56 artistas que nadie conoce entre los que me incluyo, basada en textos y un audiovisual sobre maquetas autopublicaciones y etc... ¿De qué sirve este índice? ¿Que significa para un curador coordinar ese número de propuestas? ¿No sería más eficaz como experiencia expositiva poder profundizar en la obra de estos artistas, aunque fuesen solo cinco? Un saludo

    ResponderEliminar